La eutanasia y sus alternativas

Javier Martínez Pérez-Mendaña TRIBUNA

OPINIÓN

Eduardo Parra | Europa Press

22 dic 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Eutanasia es la «actuación de un profesional sanitario que produce o facilita de forma deliberada la muerte de su paciente con una enfermedad irreversible, porque éste, siendo capaz, se lo pide de forma expresa, reiterada y mantenida, por tener una vivencia de sufrimiento derivada de su enfermedad que experimenta como inaceptable, y que no se ha conseguido mitigar por otros medios» (Pablo Simón y 50 expertos en bioética). Es legal en 13 de los 97 estados o naciones del mundo desarrollado.

El Consejo General de Colegios Médicos de España, reunido en Madrid en el mes de mayo del 2018, emitió un comunicado en el que «se reafirma en su compromiso de servicio al ser humano y a la sociedad, así como en el respeto a la vida», recordando que el Código de Deontología Médica establece que «el médico nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa por parte de éste». La Asamblea General de la Asociación Médica Mundial, reunida en noviembre del 2019 en Tiflis (Georgia), decidió de forma unánime su «fuerte compromiso con los principios de ética médica», ratificando su rotunda oposición a la eutanasia y al suicidio asistido con ayuda médica.

Por último, el pasado 6 de octubre el Comité de Bioética de España, órgano consultivo dependiente del Ministerio de Sanidad, emitió un informe sobre el final de la vida y la atención al proceso de morir, en el marco del debate sobre la regulación de la eutanasia, en donde se indica que «…existen sólidas razones para rechazar la transformación de la eutanasia y/o auxilio al suicidio en un derecho subjetivo y en una prestación pública. Y ello no solo por razones del contexto social y sanitario, sino, más allá, por razones de fundamentación ética de la vida, dignidad y autonomía…».

La eutanasia parece aceptable porque su objetivo es poner fin al sufrimiento, pero los efectos adversos para los pacientes, los ancianos, el personal sanitario y la sociedad son enormes. Se evidenció en Holanda, pasando de ser exclusiva para los enfermos terminales mayores de edad y con grave sufrimiento, en 1990, a estar despenalizada también en adultos y en jóvenes por depresión severa.

La alternativa a la eutanasia es apostar por la cultura del acompañamiento, de los cuidados paliativos, del tratamiento del dolor y de la defensa a la autonomía y del derecho a la vida, porque, aun habiendo enfermos incurables, a todos se les puede acompañar y cuidar. Ojalá nunca ningún anciano o enfermo se sienta obligado a solicitar la eutanasia por pensar que estorba, que lo han dejado solo o que no vale nada.