¿El principio o el fin?

Carlota G. Encina, Investigadora principal de EE.UU. y Relaciones Trasatlánticas del Real Instituto Elcano PUNTO DE VISTA

OPINIÓN

JIM LO SCALZO

08 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El 6 de enero, fecha en la que oficialmente se certificaba la victoria de Joe Biden como presidente de EE.UU., era para muchos un nuevo comienzo; un respiro después del caos, de la división y de la sombra de corrupción que ha caracterizado la presidencia de Donald Trump. Debía ser el final de una era y el principio de un nuevo despertar de la democracia norteamericana. Pero lo que ocurrió en el Capitolio, asaltado por grupos de seguidores del presidente saliente para vengar una victoria que reclama, se parecía más bien al inicio de una época aún más convulsa.

Desde la celebración de las elecciones, y a pesar de los intentos, Trump no consiguió que los tribunales le dieran la victoria, no pudo silenciar a la prensa, y los servidores públicos le hicieron frente. Los demócratas de la Cámara de Representantes no se acobardaron, e incluso el Senado -de mayoría republicana- le invalidó su veto al proyecto de ley sobre los presupuestos de defensa. Todo apuntaba a que, después de cuatro años de paulatina degradación de las instituciones estadounidenses, la democracia estadounidense seguía viva y con deseos de fortalecerse.

Pero también se había dejado demasiado espacio a Trump para seguir aireando sus teorías conspiratorias y mantener así viva la llama entre sus seguidores, lo que ha llevado a asistir a una de las mayores humillaciones para la imagen del país, una enorme mancha en los más de 200 años de ininterrumpida democracia.

Con el asalto al Capitolio, Trump ha vuelto a romper su promesa de defender la Constitución. El republicano Mitt Romney fue claro: Trump ha sido irrespetuoso con los votantes, deshonesto con el proceso democrático, y deshonroso para la presidencia. Los hechos, además, han sido un enorme fracaso de los cuerpos de seguridad por su incapacidad para prevenirlos. Desde hace días se intuía en las redes sociales lo que podía ocurrir y nadie entiende cómo no hubo una anticipación para ponerles freno. ¿Tan fácil es asaltar el Capitolio?

Ante la gravedad de los hechos, crecen las peticiones de echar al presidente sin cumplir su mandato. Se vuelve a hablar de un impeachment ­ -un juicio político- por su aliento a sus seguidores para ir al Capitolio y por las presiones a Mike Pence para no que no certificara la victoria de Biden. William Barr, fiscal general, ya ha señalado que la conducta de Trump «ha traicionado» a la presidencia.

Otra vía más rápida sería recurrir a la enmienda 25, por la que el vicepresidente Pence, apoyado por una mayoría del Gobierno, asumiría la presidencia. En este caso el argumento sería que Trump ha sido incapaz de frenar la violencia utilizando todos los poderes presidenciales, por lo que se le puede inhabilitar de forma temporal.

Hay quien incluso baraja la posibilidad de que Trump dimita y Mike Pence, como presidente que le suceda, le otorgue el perdón. Pero en cualquiera de los tres casos, el gran temor es que se vuelvan a prender las calles.

Mientras, el Gobierno aún en activo, empieza a sumar dimisiones -todavía pocas y tarde- y la mayoría de los líderes políticos contienen la respiración esperando al 20 de enero. Un alivio pero no supondrá el fin del trumpismo, ni de la creciente polarización, ni de la creciente tolerancia a la violencia. No será fácil. Biden ha prometido que su país volverá a la esfera internacional como la gran potencia democrática y líder del mundo. Pero ha quedado claro que deberá comenzar arreglando las cosas en casa.