El señor ministro y la España real

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

J.J. Guillén | Efe

27 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Estuve escuchando ayer a José Luis Escrivá después del Consejo de Ministros. Me confirmó lo que ya sabía: que es una computadora disfrazada de ser humano. Tiene todos los números del Estado en la cabeza. Los maneja con la misma facilidad y familiaridad con que yo hablo de lluvia cuando llevo un mes sin ver llover. Le cuadran magistralmente las cuentas y las comparaciones con otros tiempos que, en su forma de mirar, nunca fueron mejores. Y debo decir que se agradece en tiempos de tanta palabrería. Los números son, por lo menos, una parte elocuente de la realidad. Lo malo es que ayer no es que fuesen discutibles; es que chocaban casi violentamente con la percepción que tenemos el resto de los mortales.

De la disposición ministerial se desprende, por ejemplo, que las cosas van razonablemente bien. Fíjense si irán bien que en la anterior crisis, la financiera, a estas alturas de la crisis sanitaria ya se habían perdido 1,8 millones de puestos de trabajo. A fecha de hoy, después de un año de parón por el ataque del covid, solo se han perdido 200.000. Los ERTE -que llegaron a proteger a 3,8 millones de trabajadores- y otras medidas de nuestro benefactor Gobierno impidieron que se produjese la riada. Y encima se está creando empleo. Que se entere el Fondo Monetario Internacional, que vuelve a rebajar las perspectivas de crecimiento de este año. Añadan ustedes que funcionan correctamente, incluso a satisfacción, las medidas que forman parte del escudo social.

Este cronista cree a Escrivá. Sus datos tienen que ser los ciertos y un servidor no tiene otros para desmentirlos. Pero su expresión casi satisfecha choca con la percepción de gran parte de los ciudadanos, al menos aquellos con los que habla este cronista: los taxistas, los periodistas y no diré su círculo de amigos, porque eso debe estar prohibido porque no somos convivientes. Esa percepción dice que los ERTE son un parachoques social, pero sus beneficiarios se han empobrecido, a pesar del esfuerzo presupuestario. Recuerda el cierre de un tercio de los locales de hostelería. Añade que los autónomos están metidos en una crisis sin precedentes, mientras que el ministro asegura que hay más autónomos afiliados a la Seguridad Social. Termina viendo las enormes filas de gentes que van a recoger comida en los bancos de alimentos y no quiero anotar ese horizonte que dibuja Oxfam de cinco millones de españoles destinados a vivir con 16 euros al día.

Ayer, por tanto, hemos visto de nuevo la España oficial frente a la España real; la España de los números oficiales y la España que percibe los sentimientos de la gente. ¿Cuál es la España de verdad? Esperemos que no tengamos que descubrirla cuando estalle lo que muchos temen que se está incubando: la crisis social. Números cantan, dirá el señor ministro, y es cierto. Pero también pueden desafinar.