Las estrellas del cielo tecnológico andan muy estresadas y una a una han decidido abandonar sus imperios terrenales, para dedicarse a la filantropía y otras devociones: cambio climático, tecnología electoral y cosas así. En el 2019 renunciaron los de Google, Larry Page y Sergey Brin. Bill Gates dejó el consejo de Microsoft en enero del año pasado, para centrarse en la Fundación Bill y Melinda Gates, a la que nuestro Gobierno ha donado 140 millones para desarrollar la vacuna contra el virus. Y estamos sin vacuna y con nuestros investigadores arando a mano. Jack Ma, de Alibaba, desapareció a finales de octubre no se sabe muy bien cómo ni por qué ni para qué: esa transparencia tan comunista. Esta semana Jeff Bezos comunicó que dejará Amazon para, según dice, disfrutar de sus pasiones. O quizá porque siempre pronosticó que Amazon duraría treinta años y ya estamos al borde de ese abismo. Me da miedo que los hombres más ricos del mundo dispongan de tanto tiempo para enredar. No cuento a Messi, que tiene mucho tiempo libre pero parece inofensivo.
Supongo que Zuckerberg anunciará su salida de Facebook dentro de seis meses, acaso con la excusa de que todos se van de su WhatsApp. O quizá Jack Dorsey deje antes Twitter, arrepentido de censurar a quien le parece en campaña electoral o fuera de ella.
Renuncian, pero siguen yendo a reunirse en el Foro de Davos con Xi Jinping, como hicieron la semana pasada, para decidir cómo quieren que seamos en el 2030. Con la familia, la educación y la religión destrozadas, ya hablan de nuevos valores democráticos para gente sin familia, sin educación y sin Dios. Solo algo muy cruel podría salir de ahí. Pero no saldrá. Y, si sale, no durará.
@pacosanchez