
El 8 de febrero pasado 30.000 personas ocuparon sus asientos en Melbourne Park para presenciar el primer día del Abierto de Australia. Cada una de ellas fue testigo del primer gran acontecimiento celebrado en el país desde que comenzó la pandemia. En palabras de Rafa Nadal, presente en Melbourne con motivo del torneo, «no hay duda de que Australia es uno de los ejemplos más positivos del mundo sobre cómo contener el virus». Sin embargo, como duro recordatorio de que no hay lugar para la autocomplacencia, un pequeño brote -ligado a una de las nuevas variantes- dentro del sistema hotelero de cuarentena -13 casos- ha desembocado en la imposición de un pequeño confinamiento de cinco días sobre Melbourne. Es un nuevo esfuerzo para prevenir la transmisión comunitaria. A nuestro pesar, esta medida significa que hasta que concluya este confinamiento no veremos nuevas multitudes de aficionados al tenis. La vuelta a «la normalidad» es siempre incierta en época de pandemia.
A pesar de este giro en los acontecimientos, Australia se encuentra en un punto en el que la vida prácticamente se ha normalizado. Eso sí, se siguen tomando continuas medidas para detectar el virus y proteger así a los ciudadanos de la transmisión.
Pero el número de enfermos de covid-19 no siempre ha sido tan bajo: Australia ha registrado un total de 28.857 casos y 909 muertes desde enero del 2020. Entonces, ¿cómo ha conseguido el Gobierno reducir el número de afectados y mantener el virus bajo control?
La clave ha estado en identificar las medidas que funcionan: cuarentena, distanciamiento social, pruebas de detección, rastreo y medidas sanitarias a nivel local; y aplicarlas rigurosamente y sin excepción; como hemos visto esta semana en Melbourne. Las estrictas medidas de confinamiento en respuesta a los brotes comunitarios, combinadas con la realización de pruebas a gran escala y con un rastreo exhaustivo de los contactos, han logrado suprimir la transmisión. Estas medidas son duras (Melbourne pasó 112 días de confinamiento por un brote durante la segunda oleada), pero han funcionado y han garantizado un entorno seguro para la reanudación de la actividad social y económica una vez que fueron levantadas.
Otra clave ha sido el cierre temporal de las fronteras internacionales de Australia y el requisito de que los australianos que regresen pasen 14 días en cuarentena supervisada. Aunque este no es un escenario fácil para un país que como Australia mira hacia el exterior, así se ha logrado mitigar el riesgo de casos importados.
Como apoyo a la respuesta sanitaria, un conjunto de medidas económicas ha ayudado a los australianos a navegar por la incertidumbre de estos tiempos y a mantener sus empresas a flote. Estamos todos juntos en esta crisis. Incluso con la baja tasa de casos en Australia, sabemos que un pequeño incidente puede llevar a un brote con graves consecuencias. Las nuevas cepas del virus están planteando retos, y para la mayoría de países, incluyendo aquellos en los que el virus ha sido controlado, las repercusiones económicas de la pandemia son significativas. Las vacunas ofrecen una esperanza muy necesaria. En este momento crítico no podemos perder de vista que la cooperación internacional es esencial para la recuperación global. Australia, al igual que España, cree que compartimos la responsabilidad de garantizar un acceso seguro, equitativo y asequible a las vacunas para todos. Asegurando una distribución justa de las vacunas, todos nos beneficiaremos de una recuperación global más rápida.
La confianza y la cooperación a nivel comunitario han sido esenciales para la respuesta de Australia al covid-19. También serán los factores determinantes para el éxito de nuestra respuesta internacional.