El canciller alemán Otto von Bismarck, artífice de la unificación alemana y figura clave de las relaciones internacionales en el siglo XIX, tenía claro -y así lo dijo- que «con las leyes pasa como con las salchichas: es mejor no ver cómo se hacen». Es algo que muchos hemos pensado cada vez que contemplamos cómo se trapichea y se alcanzan acuerdos en nuestro Congreso de los Diputados. Todo legal, por cierto. Pero… ¿qué decir del trasfondo, es decir, de esos procesos de te doy, me das que lo contaminan todo? Creo que Bismarck tenía razón: «Es mejor no ver cómo se hacen». Porque el proceso no acrecienta la confianza ni la admiración entre los ciudadanos.
Otro gran personaje histórico, el carismático presidente francés Charles de Gaulle, confesaba haber llegado a la conclusión de que la política es cosa «demasiado seria para dejarla en manos de los políticos». Y, sin dejar de ser un demócrata, obró en consecuencia, como hicieron otros líderes a lo largo de la historia. Internet nos provee ahora de montones de joyas de esta laya y condición. Porque la política siempre fue -y sigue siéndolo- un espacio de debate real y a la vez aparente. Lo dijo bien el dirigente soviético Nikita Kruschev: «Los políticos son iguales en todas partes: prometen construir un puente incluso en donde no hay un río». Por ahí va el curso de la historia.
William Randolph Hearst, magnate estadounidense propietario de muchos medios de comunicación, afirmaba que «un político hará cualquier cosa por conservar su puesto, incluso convertirse en un patriota». Lo dijo porque así lo acreditaba su conocimiento profundo e interesado de los medios políticos estadounidenses de su época. Hearst fue satirizado implacablemente por el osado cineasta Orson Welles en la película Ciudadano Kane, algo que el empresario mediático le hizo pagar muy caro.
Se podría seguir con todo esto hasta la saciedad, pero creo que, con lo ya dicho, nos hemos acercado al paraíso de «las leyes y las salchichas», ese en el que, según Bismarck, lo mejor es no saber cómo se hacen unas y otras. Porque nada parece haber cambiado.