Simón, culpa y perdón

Pedro Armas
Pedro Armas EN CORTO

OPINIÓN

Kiko Huesca | Efe

11 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Unos piden que Fernando Simón sea premiado con el Príncipe de Asturias y otros piden su dimisión. Los españoles somos más de buscar culpables que de buscar soluciones. Convertido en estrella mediática tras subir en helicóptero con Calleja, montar en moto y surfear olas, marinas y malignas, le vemos más como un frívolo portavoz del Gobierno que como el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. Ya no recordamos que en otras crisis recientes de mortandad catastrófica (colza, vacas locas, gripe aviar, sida) los que dieron explicaciones disparatadas fueron los ministros de turno, de derechas y de izquierdas. Focalizar la pandemia en un técnico ha sido un acierto del Gobierno; otra cosa son los errores de comunicación. Con los excesos propios de la exposición e improvisación, en momentos de más incertidumbres que certezas, Simón ha fallado en pronósticos sobre escaladas, desescaladas, mascarillas, aerosoles, manifestaciones, procesiones, hospitales, bares, cines o teatros. Sin embargo, los médicos, las enfermeras o los empresarios que piden su dimisión saben que él no es el problema. Ya hay inquisidores que lo sentencian a diario en sus tribunales mediáticos.

Localizado el culpable, es preciso castigarle, pero es justo y necesario perdonarle. Hace falta contrición para que la culpa sea constructiva; no basta con que pida disculpas por sus errores. Debe reconocer arrepentimiento y mostrar remordimiento; debe asumir que la culpa es suya y solo suya, porque la culpa es personal e intransferible; debe pedir perdón, golpeándose el pecho en prime time, ya que, por su culpa, por su grandísima culpa, el virus ha matado a miles de españoles y ha sido la causa de que malvivan todos los demás. Será entonces, y solo entonces, cuando deba presentar su dimisión. Durante unos días habrá escarnio, que será su penitencia; después tendrá nuestro perdón, pues somos magnánimos. Simón se irá, el virus desaparecerá y, en un santiamén, cesarán las plagas bíblicas.