Cooperar en tiempos de pandemia

Manel Antelo
Manel Antelo AL DÍA

OPINIÓN

josé luis cereijido | Efe

16 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El interés individual y el de grupo no siempre coinciden. Por ejemplo, en términos de salud pública lo mejor para el colectivo es que cada individuo adopte las máximas precauciones para minimizar el riesgo de contagio, mientras que lo mejor para cada individuo sería que todos los demás fuesen precavidos y que él se ahorrase el coste de serlo. Cuando lo que es bueno para el grupo y lo que es bueno para el individuo colisionan, tenemos un dilema del prisionero. Imaginemos dos cómplices de un robo. Cada uno se enfrenta a un dilema: si se calla (y el compinche también lo hace), conseguirá que la condena sea menor que si hay delación mutua; al mismo tiempo, cada uno tiene la tentación de culpar al otro para quedar libre. ¿Cada uno debería cooperar o ir a la suya? ¿Puede darse motu proprio la cooperación entre extraños o es algo que, si ocurre, es porque la cultura la impone a una naturaleza humana genuinamente egoísta? La respuesta está en los estudios de cooperación realizados en contextos de dilema del prisionero y que representan una buena forma de pensar en los problemas sociales cuando el interés individual y el interés colectivo discrepan. No en vano, es la versión más elemental de conflicto entre ambas vertientes.

Durante mucho tiempo se supo que existían estrategias cooperativas en un mundo egoísta, pero se ignoraba cuál debía utilizarse. Se sugerían muchas opciones acerca de cómo actuar en una situación de este tipo, pero no había consenso sobre la más conveniente. Fue así como se recopilaron las estrategias consideradas más idóneas y la mejor resultó ser la más sencilla de todas ellas: la que consistía en pagar con la misma moneda. Todos empiezan cooperando y luego cada uno hace lo que el otro jugador hizo en su movimiento anterior. Si cooperó, coopera; si fue a lo suyo, hará lo mismo. Se detectó así una estrategia efectiva para que haya cooperación y resultó sorprendente que la cooperación fuese tan fácil. Si bien somos instintivamente egoístas, esta estrategia muestra que también podemos tener el sentido de la cooperación grabado en nuestros genes. Aunque resulta descorazonador que sea un «ojo por ojo», lo relevante es que es una forma de cooperación entre egoístas. No importa si cada individuo la utiliza en su propio beneficio: si se enfrenta a una situación dilemática, es una forma de conseguir que los demás cooperen haciéndoles saber que, si no lo hacen, habrá consecuencias.

El descubrimiento del lado cooperativo en el ser humano ha originado una corriente de pensamiento que sostiene que conociendo nuestra naturaleza podremos construir un mundo mejor. Claro que estamos suponiendo que las personas adoptan decisiones de manera racional, sopesando costes y beneficios, cuando en realidad están más influenciadas por las emociones de lo que nos gustaría creer. También que las mismas personas interaccionan repetidamente una y otra vez, lo cual no parece que sea siempre el caso en el día a día.