Después de hacer lo imposible por impedir el estado de alarma, ahora el PP enciende todas las alarmas por su finalización. Porque el PP, el mismo partido que defiende la unidad de España por encima de todo, entiende ahora que frente al estado de alarma lo que debe haber es una suerte de corpus legal que permita a las comunidades declarar una especie de micro estados de alarma mediante leyes que igual posibiliten afectar a derechos fundamentales de las personas que poner a las comunidades a competir por cuál consigue antes más vacunas, como parece buscar Ayuso.
¿Y España, dónde queda la unidad de España? ¿Una nación compitiendo por quién se vacuna antes, donde cada presidente de comunidad puede decidir cerrar su territorio a los demás? ¿Y qué pasa si luego los malvados independentistas cierran Cataluña porque hay gripe en el resto de España?
No, el estado de alarma, entero o en trocitos, no puede estar en manos de las comunidades, y mucho menos en estos momentos, en los que el populismo de Ayuso ha hecho de Madrid el baluarte de la insolidaridad sanitaria y del desprecio de los datos de la pandemia, con enorme rendimiento electoral.
¿Cuál es el modelo que propone el PP, el de Ayuso o el de Feijoo? Porque si Ayuso tiene razón, ¿por qué ha castigado Feijoo a la hostelería gallega durante todo este tiempo; por qué no invitamos a los franceses a que terminen el camino de Santiago con tres días de borrachera en la capital de Galicia, o por qué, en general, hemos tenido los gallegos las restricciones que no han sufrido los madrileños; si Ayuso es la repera limonera con toques de azúcar y canela?
Porque no es verdad; porque aunque Feijoo vaya al programa de Ana Rosa a defender a Ayuso, y a ponerse on fire como alternativa a Sánchez, el presidente gallego tiene más valor por lo que hace que por lo que dice en campaña ajena; pero su adhesión a una forma de gobernar que no comparte da muestra de que, tras el estado de alarma, el más insolidario y el más populista puede convertirse en el líder de la manada.
Feijoo es, sin ninguna duda, el mejor valor del PP actual, pero hasta él se ha plegado al populismo de Ayuso para no perder pie en la comba política nacional de la derecha. Ahí está el gran problema del final del estado de alarma, la descoordinación multinivel al servicio del partidismo y el atractivo del populismo que explota el dolor y el sufrimiento de la gente, desde la derecha o desde la izquierda. Todos quisiéramos resolver los problemas de los hosteleros, pero el más irresponsable los resuelve con más facilidad, los resuelve antes, y muchas veces obtiene mejores rendimientos electorales.
El mundo de la salud apunta a que aún no se dan las condiciones sociosanitarias para prescindir del estado de alarma, pero tampoco se dan las condiciones políticas para mantenerlo.
El PP tiene razón en que Sánchez no intenta prorrogarlo porque no cuenta con el apoyo de los nacionalismos para mantenerlo. Pero una cosa es la posibilidad provisional del caos, y otra cosa es, además, distribuir los instrumentos que le permitan recuperar el orden, si fuera necesario. Si queremos estado de alarma, ¡España!; y si no, ¡alarma!, no hay estado de alarma.