Una cierta forma de optimismo ha empezado a abrirse paso en nuestra lucha contra la pandemia del coronavirus. Así lo están manifestando representantes de los más variados ámbitos sociales, políticos y económicos. Antonio Garamendi, presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), ha asegurado que «ya vemos la luz al final del túnel». Y, en esta línea, señaló como objetivo principal el de «crear empleo». Algo que no parece un imposible metafísico sino un horizonte bien encaminado. La clave de todo ha estado -y aún está- en los avances científicos y en la cooperación internacional. No se trata de lanzar las campanas al vuelo, pero sí de reconocer errores (que los hubo) y aciertos (que, felizmente, han ido en aumento).
Bill Gates, el fundador de Microsoft, muy respetado en todo el mundo en cuestiones de ciencia y tecnología, ya había pronosticado el año pasado que debíamos «ser optimistas con respecto al 2021». El mismo Gates que, en 2015, cuando acababa de vivirse un brote global del ébola, nos había advertido de que la comunidad científica no estaba lista para afrontar la próxima epidemia, que podía ser «mil veces peor».
No se trata de darle la razón en todo, ni de atribuirle la condición de sabio o adivino, pero lo cierto es que hizo entonces una predicción negativa que se cumplió. Y ahora, respecto de la evolución de la covid 19, también lleva camino de acertar. Pero no debemos olvidar que en su vaticinio del 2020 ya anunciaba que los próximos diez años aún podían ser «muy duros en la salud». Lo que quiere decir que, después de librarnos de la actual pandemia (si lo conseguimos), deberemos mantenernos vigilantes y en guardia.
Dicho todo lo anterior, ¿está justificado un cierto optimismo entre nosotros? Todo parece indicar que la respuesta ha de ser afirmativa. Pero habremos de aprender a mantener la vigilancia, porque todavía no estamos fuera de peligro. En este sentido, Gates señala que «el coronavirus seguirá estando en la agenda política de todo el mundo». ¿Cuánto tiempo? No lo sabe. Pero él pretende dedicar la mayor parte del tiempo a hablar con los líderes mundiales sobre esto y sobre el cambio climático. Porque el futuro aún es incierto. Aunque él intuye una luz al final del túnel: la luz que proviene de la colaboración de todos.