Por entregas y con toda la prosopopeya imaginable, Telecinco nos está ofreciendo el testimonio de Rocío Carrasco. El documental muestra a una mujer doliente, que llora desconsoladamente ante el escrutinio obsceno de las cámaras y detalla cómo ha sido víctima de maltrato por parte de su exmarido. Durante más de veinte años, desde aquellas Crónicas marcianas al actual Sálvame, la cadena ha sido la plataforma imprescindible para que el ex guardia civil denigrara a la hija de Rocío Jurado, a cambio de importantes sumas de dinero y con la ayuda de los llamados «colaboradores», que en este caso serían colaboradores necesarios para el linchamiento. Las mayores barbaridades se daban por buenas, sin contrastar lo que soltaba por su boca Antonio David Flores. Negocio redondo. Ahora la cadena hace como si no supiera quién era este señor, que se asoció a un personaje de la catadura de Rodríguez Menéndez; entona un hipócrita mea culpa y trata de convertirse en adalid de la lucha contra la violencia machista, mientras algunos de sus colaboradores de ideología ultraderechista siguen negándola. Toca desmontar al incontinente verbal al que tenía contratado hasta la misma víspera de la emisión del documental y que, en un pispás, ha pasado de ser un padre ejemplar a una especie de monstruo. Una vez más, estos programas han demostrado ser máquinas de triturar y reciclar perfectas. Igual que hizo añicos a Rocío Carrasco -tildada despiadadamente de mala madre-, ahora reconstruye sus pedazos y lapida a Antonio David. Despedido de forma fulminante, el show debe continuar. Su actual mujer participa en un reality y su hija ficha como colaboradora en otro programa. Hay que atizar el fuego. Es la pasta, estúpidos.