Big data e infantilismo político

OPINIÓN

Mariscal

10 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Para que la democracia funcione, es importante saber quién gana y quién pierde las elecciones. Pero eso, que antes era facilísimo, porque lo cantaban los números, se ha complicado mucho en la era de la información y los big data, que, en combinación con el infantilismo político, la banalidad de los líderes y la espectacularización del debate, permiten discutir los resultados electorales durante varios meses. Tratamos de saber si la derrota fue un mazazo brutal, o esconde una estratégica autoderrota aconsejada por un gurú. O si el que ganó es el verdadero perjudicado, mientras el vapuleado aumentó sus expectativas. O si, tanto el partido ganador como el perdedor, obtienen un único resultado, o se lo dividen por bandos: ganó Ayuso, pero perdió Casado, o perdió Sánchez, pero gana el PSOE

Tras las elecciones de Madrid, resueltas con una malleira histórica, se sigue discutiendo si perdió Ferraz, la Moncloa o el PSOE madrileño; si ganó el PP o la extrema derecha; si Ayuso es vencedora absoluta a costa de Sánchez, de Casado o de los dos; si Sánchez está contento porque ha creado un PP bicéfalo, o si está triste porque se ha iniciado el destronamiento de la Frankenstein; y si la gestión de la pandemia ha mutado como el virus, de forma que a Sánchez, que es muy bueno, lo derrota, mientras a Ayuso, que creó la bomba vírica, la deja equiparada a María Pita. 

Es cierto que siempre hubo elementos cualitativos que se impusieron a los números, como sucedió en las elecciones de 1931, que, ganadas por villanos y aldeanos, de perfil monárquico, favorecieron a los republicanos urbanos, que utilizaron su victoria -debidamente interpretada- para cambiar de régimen. Pero eran excepciones razonables. Hoy, en cambio, a base de big data, móviles, influencers, tertulianos, fascistas, comunistas, cinturones rojos y azules, y seareiros de SER y COPE, la confusión es total, y dura mientras al spin doctor le convenga. Por eso vamos a dar unas normas básicas que, incluso sin usar los números, pueden revelarnos quien gana y quien pierde. 

Pierde las elecciones el que mal gobierna. El que, conocidos los resultados, se calla como un muerto. El que, olvidando que «no hay rival pequeño», solo prepara sermones de victoria. El que tenía sobrados argumentos para demostrar que vencer en Madrid significa mucho, y repercute en toda España, y dice ahora que «los votos de Madrid, en Madrid se quedan». Pierde el que, acostumbrado a sermonear sobre mascarillas y cierres perimetrales, y sobre sus tres victorias contra el virus, ya se conforma con ser el inventor, fabricante y aplicador de las vacunas, al que Ayuso le robó la victoria en las tabernas. Pierde el que empezó diciendo «la campaña es mía», y una semana después huyó, muy valiente, de la quema. Y pierden, sobre todo, los que -como decían los prusianos- evidencian su derrota fusilando generales. Porque Gabilondo y Franco ya perdieron la cabeza, y detrás viene una fila, encabezada por Susana Díaz, en la que no figuran ni Sánchez ni Redondo.