Lo que valen esos pelos

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

STRINGER

19 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Francamente, de todo el escrutinio sobre el 15-M lo más aterrador es que sucediera hace diez años. Una década entera que ha transcurrido a una velocidad supersónica, como siempre lo hace el tiempo pero más. Que el análisis de todo aquello se esté concentrando en la longitud de una coleta refiere la complexión precisa de los tiempos. Aunque hay algo interesante en este chachareo capilar, en estos interminables tratados sobre la guedella con los que ha quedado zanjada la peripecia institucional de Pablo Iglesias, como si la tijera de su peluquero hubiese sido la guillotina que decapitó a Robespierre para culminar su tránsito de redentor a tirano. Esa furia con la que tantos se han referido estos años a una opción estética sin importancia resulta desconcertante. En la escrutadísima despedida del fundador de Podemos se ha hablado mucho más de coletas y de moños que de cómo malvender un patrimonio político gigantesco en un puñadete de años. Y es ese centrifugado constante en el que vivimos el que nos mantiene agotadas.

La coleta de Iglesias ha sido para el tiempo post 15-M como la mano amputada de Santa Teresa con la que Franco durmió durante cuarenta años. La extremidad era uno de los cachos del cuerpo descuartizado de la monja, picadito en reliquias meses después de su muerte en lo que fue una estrategia de merchandising católico bastante perturbadora. En diciembre de 1976, Carmen Polo devolvió el despojo a unas monjas de Ronda; fue el the end estético de la dictadura. No sabemos qué ha sido de la coleta de Iglesias. Ni siquiera si su rapado ha quedado registrado como si fuera una performance de Marina Abramovic. Pero a la vista está que como reliquia esos pelos no tienen precio.