El catalejo y el ruido

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias VALOR Y PRECIO

OPINIÓN

Juan Carlos Hidalgo | Efe

25 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ahora que tanto se habla de transformaciones disruptivas, acaso está bien recordar que la más radical entre ellas es la que ha experimentado nuestra relación con el tiempo: vivimos una era de aceleración en la que corremos y corremos… sin saber muy bien hacia dónde. Ocurre en todos los aspectos de la vida, pero en particular es imposible entender la economía y la política contemporáneas sin hacer alusión a esos cambios en el compás del tiempo. La mirada de corto alcance se extiende por todas partes, con la obvia y frecuente sensación de que nos faltan las marcas, las referencias básicas. En el continuo fluir de este mundo líquido, hemos perdido el catalejo.

En los últimos diez años, cada vez son más las voces que denuncian ese omnipresente cortoplacismo, que hace que muchos gobiernos no programen más allá del día siguiente y muchas empresas estén muy lejos de aquella imagen de los viejos capitanes de empresa, tan preocupados porque el valor que ellos habían levantado trascendiese. El coste de todo eso en términos de incertidumbre e inestabilidad de fondo es demasiado grande. Por eso no es raro que se multipliquen las iniciativas para recuperar la visión de largo o muy largo plazo. Cabe destacar, en ese sentido, los estudios de la Long Now Foundation o la Oxford Commisision for Future Generations, pero también los informes cada vez más frecuentes de gobiernos y organismos multilaterales (entre los que cabe recomendar la lectura del muy reciente -marzo del 2021- Global Trends 2040, elaborado por el Consejo de Inteligencia norteamericano).

Durante el último año esas tendencias se han visto reforzadas. Por la ruptura provocada por la pandemia, desde luego. Pero también debido a que la percepción generalizada de que los cambios tecnológicos acelerados o las mutantes geografías de la globalización nos están llevando a un mundo nuevo en el que ni la seguridad económica, ni el empleo, ni siquiera la pervivencia de la democracia, tal y como hoy la conocemos, están garantizados. Un buen catalejo se hace más necesario que nunca.

Por eso, la iniciativa del Gobierno español de promover un notable documento de prospectiva hacia el año 2050, con la participación de muchos especialistas de primer orden en sus respectivos campos, debería ser saludada como una estupenda noticia. Y por eso mismo causa desconcierto, y desmoraliza un poco, el ruido con el que algunos sectores de la sociedad lo han recibido. Podrán valorarse como algo mejor o peor sus contenidos concretos, criticar sus previsiones y cálculos. Pero, ¿recibirlo con risitas y chacota? ¿Calificarlo de «insulto a los españoles»? Parece que algún tornillo en esta querida sociedad nuestra anda suelto.