Biden-Sánchez, una explicación

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

pool moncloa

04 jul 2021 . Actualizado a las 18:56 h.

Cuando ocurre un episodio como el paseíllo de Joe Biden y Pedro Sánchez de una sala a otra de la cumbre de la OTAN, se produce una especie de catarsis nacional sobre el peso diplomático de nuestro país. Las reacciones oscilan entre lo chusco (hacer chistes sobre la duración del encuentro y el tiempo dedicado a cada uno de los grandes asuntos suscitados por el presidente español) y lo trágico, que consiste en darnos golpes de pecho por nuestra escasa relevancia o lo cicatero que está siendo Estados Unidos, con lo buenos aliados que somos.

Entiendo que un correcto análisis comienza por aclarar por qué ocurrió lo que ocurrió. Es decir, por qué la Moncloa filtró que habría una conversación reposada, consensuada incluso entre los jefes de gabinete de las dos presidencias, y al final todo se quedó en menos de un minuto de cortesía. Lo más probable es que hubo un ajuste de agenda porque, según la información de la Casa Blanca, Joe Biden se entrevistó ese día en Bruselas con ocho gobernantes de otros tantos países, todos aliados. No había tiempo material para conversaciones largas con cada uno. El fallo estuvo, por tanto, en el propio Sánchez, que quiso presumir del milagro de tratar en 40 segundos las migraciones, Iberoamérica, el equilibrio mundial, las reformas progresistas o las relaciones bilaterales. Sánchez ha sido víctima de un complejo muy español de inferioridad y no supo tener la sinceridad de aceptar la brevedad del encuentro.

Naturalmente, esto no justifica ni mucho menos que hace cinco meses que Biden es presidente y en esos 150 días largos no hubo contacto conocido con el Gobierno español. Eso sí que indica algo. Y ese algo es que nuestro país ya no es aquel que convocó Bush para participar en la invasión de Irak y le hizo decir a Aznar que «hemos salido de la cuneta de la historia». Desde entonces ocurrió que hubo un jefe de la oposición en España, después jefe del Gobierno, que no se levantó al paso de la bandera americana y trajo las tropas de Irak sin previo aviso, y eso no se olvida fácilmente. Ahora, ese mismo jefe de Gobierno actúa como mediador ante Maduro y a veces parece su defensor internacional. Y su partido volvió a gobernar y lo hizo con ministros comunistas y con simpatizantes del régimen bolivariano. Son «detalles» que provocan el rechazo o cuando menos el no-aprecio de Washington.

Por todo ello, si había que recomponer la agenda de Biden, ya sin intervención del omnipresente Iván Redondo, ¿por dónde se recorta? Por el gobernante con el que en ese momento hay menos asuntos gratos que tratar. Representa a un país que es buen aliado y tiene mucho interés estratégico, pero las conversaciones con él pueden esperar.

A efectos de tratamiento y de respeto, casi es preferible ser un aliado incómodo. Si, encima, eres prescindible, naturalmente que se prescinde. Y creo que eso es precisamente lo que ocurrió.