La una y mil cumbres
OPINIÓN
Como resultado de la cumbre de Ginebra, los presidentes de Estados Unidos y de Rusia acordaron avanzar en un marco de entendimiento basado en la diplomacia con el restablecimiento de sus embajadores en los próximos días. También aceptaron la liberación de prisioneros de alto perfil, así como el intercambio de otros; trabajar en una estrategia de seguridad conjunta; avanzar en propuestas para construir un diálogo sobre el control de las armas nucleares y crear un grupo de trabajo sobre los ataques cibernéticos.
Si me preguntan como periodista de geopolítica y geoeconomía cuál es mi impresión personal, considerando además que participé junto con otros mil corresponsales de forma presencial en la cumbre, creo que logrará el retorno de los embajadores y quizá avance en lo nuclear, pero nada más.
Hace más de un mes los dos cuerpos diplomáticos dejaron sus puestos. Anatoli Antónov fue llamado a consultas a Moscú (dejó la embajada de Rusia en Washington) y John Sullivan fue invitado a marcharse de vuelta a su país (dejó la embajada de Estados Unidos en Moscú). Su vuelta es un primer objetivo cumplido para el presidente Joe Biden, artífice de la reunión con su homólogo ruso, Vladimir Putin, después de que las relaciones bilaterales se erosionaran tras la entrevista en ABC News -en marzo pasado- en la que el estadounidense afirmó que cree que Putin es un «asesino».
Queda por ver si en los próximos meses puede construirse entre estadounidenses y rusos un clima predecible y estable de entendimiento, y cesa la escalada de ciberataques a infraestructuras vitales en EE.UU. Al respecto, Biden, sin ser grosero ni amenazante, pero sí serio y claro, le dijo a Putin que están dispuestos a responder con todas sus capacidades a los ciberataques contra oleoductos y hasta sistemas de depuración del agua. En mayo pasado fue secuestrado informáticamente un oleoducto de la empresa Colonial, dejando sin combustible a 17 estados de la Unión Americana; dos meses antes, una planta de tratamiento de agua en Oldsmar (Florida) detectó a tiempo que «alguien» estaba manipulando los niveles químicos de hidróxido de sodio para envenenar el agua de la ciudad.
Para Biden, frenar estos ataques es su prioridad y así se lo hizo saber a Putin. «Hay que parar a estos criminales del ransomware», dijo, e invitó a su contraparte a crear un marco de actuación para generar un escenario de ciberseguridad.
Los dos son abogados, los dos se han curtido en la política en sus respectivos países; los dos son obstinados y tienen su muy especial visión de ver y hacer las cosas. Biden es diez años mayor que Putin, que a sus 68 años de edad ya piensa además en quedarse en el poder hasta el 2036. Sin embargo, son como el agua y el aceite, no se entienden… Se respetan como adversarios políticos, pero son equidistantes.
Esta cita histórica se llevó a cabo en Parc la Grange, un parque con una superficie cercana a los 210.000 metros cuadrados, con bellos jardines, fuentes y una casona histórica del siglo XVIII a orillas del lago Leman. Mientras la ciudad hervía de calor, con los termómetros por encima de los 30 grados, el ambiente previo a la cumbre desbordaba tensión.
Así se llegó al primer cara a cara entre Biden y Putin, con un escenario de fricciones previas, sumadas a una larga lista de asuntos acumulados en los últimos años entre las dos naciones. En palabras de Biden, dichas a su homólogo ruso, su país no busca «una nueva Guerra Fría». En cambio, varias veces durante su interlocución mencionó de forma insistente la necesidad de tener una cooperación estratégica. Ya veremos si gracias a esta cumbre se logra o si se necesitan otras mil más.