Mientras la ola de contagios entre jóvenes no hace más de incrementar de tamaño, desde el pasado 26 de junio los ciudadanos _podemos aunque con ciertas limitaciones_ estar al aire libre sin mascarilla. ¿Es conveniente mantener el tapabocas en algunos espacios abiertos? Dos expertos contestan a la pregunta.

Aunque la mascarilla ya ha dejado de ser obligatoria en ciertos espacios abiertos, la ciudadanía en general sigue llevándola. Dos médicos coinciden en su respuesta a la pregunta de este debate: ¿Es conveniente mantener la obligatoriedad de la mascarilla en algunos espacios al aire libre? Los matices, explican, son la clave.


Médico de Urgencias Coordinadora del Servicio de Urgencias

A disfrutar de la vida pero con ella a mano

Es ciertamente curioso. Desde el sábado 26 de junio ya no es obligatorio el uso de la mascarilla en espacios abiertos y guardando una distancia de al menos un metro y medio y, sin embargo, esta tarde despejada nos cruzamos paseando con muchas personas que la llevaban puesta, a más de la distancia de seguridad, con la brisa que nos envolvía y movía las nubes. Cuando se volvió obligatorio el uso de la mascarilla en el momento del aumento de la incidencia de casos, del número de muertos con el que se iniciaban los informativos, las quejas por su uso continuado, por los que aún no las llevaban y nos exponían a todos eran constantes. Ahora, pasado el primer tiempo, pues sin duda estamos en un segundo tiempo de esta pandemia, con personas vacunadas, con los que ya han pasado la enfermedad, veo que nos planteamos si es conveniente no ponerla. Ahora nos permiten retirarla y entonces, después de tantos meses de pensar en las consecuencias de esta enfermedad, de olvidarnos de la mascarilla al salir de casa o del coche y dar la vuelta corriendo a buscarla, nos cuesta más que antes dejarla a un lado. Hemos visto muchas noticias, hemos sabido de tantos casos trágicos, de tantos enfados y desconfianza entre unos y otros que la reflexión que hacemos es mayor que en un primer momento y nos cuesta más. Ciertamente ha sido el arma más eficaz para evitar contagios.

Pero, disfrutar de la brisa del sol en la cara es un premio que nos merecemos, creo que es un reconocimiento al placer de la vida que es necesario disfrutar. Imaginemos en ese momento siempre un espacio circular a nuestro alrededor y bailemos para mantenerlo cuando estemos cerca de otras personas y si no es posible, de nuevo la mascarilla. Tengámosla correctamente guardada, no por debajo de la nariz o de la barbilla, para que en los momentos necesarios nos la podamos volver a colocar. Nadie quiere volver a unos meses atrás. Este tiempo ha permitido a todos, a unos antes que a otros decidir por qué la debemos utilizar y dónde.

Autor Médico de Urgencias Coordinadora del Servicio de Urgencias

Médico de Familia de Monforte de Lemos

Olvidémonos de los blancos o negros, y busquemos los grises

Con frecuencia, la mente humana adopta, en la toma de decisiones, una actitud dilemática de tal manera que se polariza al decantarse por uno de los extremos, lo que conlleva el rechazo visceral del otro: ¿Mascarillas en exteriores? ¡Nunca! ¡Siempre!

Sin embargo, la realidad no es bicrómica sino que existe toda una paleta de colores y matices. Durante este largo año hemos aprendido mucho sobre la forma de transmisión del virus y aunque, al principio, le dimos una gran importancia a las gotitas de la saliva, hoy sabemos que la clave está en los aerosoles. Al ser estos mucho más pequeños, permanecen más tiempo en suspensión en el aire lo que hace que sean especialmente peligrosos en los locales cerrados mal ventilados, reduciéndose ostensiblemente el riesgo en los espacios abiertos y a medida que aumenta la distancia interpersonal. Naturalmente, no es lo mismo pasear por la calle del Príncipe de Vigo para contemplar la iluminación de Navidad que practicar senderismo por el monte Aloia en Tui.

También son elementos críticos la tasa de afectados, así como el porcentaje de personas vacunadas. Debemos tener en cuenta que existen áreas geográficas que siguen sufriendo una incidencia alta de infecciones y que a día de hoy, aunque hemos mejorado mucho, el porcentaje de individuos con la vacunación completa aun está muy por debajo de la ansiada inmunidad de rebaño. Por supuesto, otro factor determinante es la posible aparición de nuevas cepas, con una mayor capacidad de contagiosidad y de producir cuadros graves.

En muchas personas se produce un fenómeno psicológico muy curioso: subconscientemente consideran que si una medida está permitida, o se retira su prohibición, deja de entrañar riesgo. Obviamente esto no es así, aunque parezca una perogrullada, hay que decir que el hecho de que se admita la entrada a un estadio de fútbol, bailar en una verbena o cenar en un restaurante, no quiere decir que no podamos contagiarnos.

Estamos viviendo una situación excepcional y muy dinámica, en la que es difícil establecer un equilibrio en la balanza de los riesgos y los beneficios. Lo que parece adecuado para un día, no vale para el siguiente. En consecuencia, no cabe otra posibilidad que actuar con sentido común, prudencia, responsabilidad y capacidad de sacrificio.

Una de las premisas de la deliberación bioética es que debemos huir de los cursos extremos. Lo deseable, la mesura, suele estar en el término medio y en la flexibilidad. Además, las propuestas no se pueden generalizar, cada caso, individuo o colectividad, es un mundo.

Olvidémonos de los blancos y los negros, busquemos en las tonalidades de grises.

Autor Médico de Familia de Monforte de Lemos
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Debate: ¿Es conveniente mantener la obligatoriedad de la mascarilla en algunos espacios al aire libre?