Pagan justos por pecadores

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

21 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Mientras aquí dedicamos todos nuestros esfuerzos y conocimientos a discutir si la pandemia vino acompañada de graves alteraciones de orden público, como dictó el caduco Constitucional, nuestros vecinos de al lado se han puesto manos a la obra. Y como la quinta ola del virus viene con una violencia de contagios inusitada, Francia ha adoptado medidas radicales a la altura de la amenaza.

El presidente Macron acaba de dictar una serie de órdenes bajo un principio que resulta fundamental para entender lo que ocurre. El que se queda en casa es usted que no cumple las normas y los que las cumplimos no tenemos por qué sacrificar nuestras vidas, nuestro tiempo y nuestras libertades, dijo. Que traducido al lenguaje de nuestras abuelas, es que no paguen justos por pecadores. Que es lo que ocurre aquí.

Porque en vez de limitar los movimientos de los rebeldes que ni se vacunan, ni usan mascarilla y día sí y día también se van de juerga sin medidas, optaron por acotar las vidas de todos los demás. Y así campan a sus anchas, por ejemplo, los indómitos 20.830 valencianos y los 751 profesionales de la sanidad vasca, por poner dos ejemplos, que no se quieren vacunar. Porque un 6 % de españoles, es decir 2.820.000, que son más de los que habitamos Galicia, ni se vacunaron ni piensan hacerlo. Siguen a Miguel Bosé.

Si se hubiese atajado el problema por su raíz viviríamos más felices y los daños ocasionados no serían tantos. Porque quienes no deben disfrutar de la hostelería, ni de espectáculos, ni de transportes públicos, ni acudir al trabajo, son los que van por libre poniendo en riesgo las vidas de los demás. Y sobre esos, precisamente, es sobre los que nuestros vecinos franceses han actuado. Pero aquí somos exquisitos con los cretinos insumisos y les otorgamos tantos privilegios como a los que cumplimos disciplinadamente con lo que nos dictan. Porque, según parece, ellos tienen derecho a andar por la calle contagiando a quien les apetezca y los demás tenemos la obligación de soportarlo. Claro que si se decide algo, y visto lo visto, lo mismo después sus señorías disponen que hay que indemnizarlos. Y homenajearlos.