Un problema de pasta

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

Andreu Dalmau

04 ago 2021 . Actualizado a las 10:15 h.

El president Aragonès no pudo asistir a la Conferencia de Presidentes del viernes porque tenía compromisos ineludibles. Debía ir al súper y pasarse por la tintorería a recoger unos pantalones. Por eso, porque sabe que anda muy atareado y porque hay cuestiones que solo se pueden tratar en la intimidad, el presidente Sánchez lo recibió al margen de los demás responsables autonómicos. Es solo cuestión de comprender a una persona que no da para más.

Y ese bis a bis, que han dado en llamar comisión bilateral, resultó altamente fructífero para las dos partes. Uno regresa a sus tareas domésticas con unos cuantos miles de millones en la cartera, para El Prat, becas y los servicios de cercanías, aunque lo considera insuficiente; y el otro se asegura una reducción de la conflictividad institucional, para unas vacaciones tranquilas. Porque, eso sí, ya nos avanzaron que en la mesa de septiembre volverán con la amnistía y la independencia, y que además «pondremos precio» al apoyo a los Presupuestos. Y es que este es el quid de la cuestión. Las ansias independentistas son altísimas, pero las económicas lo son aún más. Y como todo tiene un precio, las necesidades son tantas y el despilfarro no tiene límite, siempre es posible alcanzar un acuerdo con el que ir tirando hasta que surja la necesidad de más fondos y se vuelvan a plantear las exigencias en formato de desafíos irrenunciables.

Esta estrategia no es invención de Aragonès. La practicó durante años el molt honorable Jordi Pujol con extraordinarios resultados cobrando a González y Aznar los servicios prestados. Y tan bien lo hizo, tan leal parecía, que llegó a considerársele un hombre con gran visión de Estado.

Esta va a ser la táctica de los sucesores del pujolismo. Salirse de la rueda de las conferencias autonómicas, porque nada les interesa menos que la normalidad institucional, y caminar por libre viajando a Madrid a recoger los frutos de su permanente amenaza. Y cuando los resultados no sean los apetecibles, apretar con la sublevación. Que no es nuevo porque siempre supimos que para los catalanes la independencia no es una aspiración vital, sino un problema de pasta.