El alto coste de un mitin electoral

OPINIÓN

US MARINES

19 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El 13-09-2001, cuando aún humeaban las Torres Gemelas, escribí un artículo -«Una señora en Kabul»- que predecía lo que hoy es evidente. Ahora lo reproduzco para recordar que la invasión de Afganistán no fue liberadora, sino la respuesta atolondrada de Bush -que arrastró a la OTAN- para pedirle votos a un pueblo que sigue aceptando la ley del talión. Decía así:

«Mientras el pueblo americano llora y entierra a sus muertos con una dignidad que sobrecoge, y la poderosa maquinaria militar de la OTAN se prepara para matar moscas a cañonazos, las mujeres de Kabul acaban de salir a la calle, cubiertas con el burka, tras sus maridos, para cavar las trincheras que deben protegerlas del azote de Occidente. Los jefes talibanes no cavan, porque están en los bunkers del Gobierno estudiando teología. Y Bin Laden tampoco necesita trincheras, porque aprendió con la CIA a esconderse, y ni Alá bendito sabe dónde está. Pero ellas, las que no pueden trabajar ni estudiar dignamente, ni curar sus enfermedades en los cutres hospitales del infierno, van a saber muy pronto de lo que somos capaces cuando nos ponemos, y qué quiso decir Bush cuando prometió «liderar el mundo hacia la victoria.

¿Es que nadie le va a recordar que las moscas se matan con el rabo y no con los cuernos? ¿Tan noqueados quedamos que no sabemos distinguir una guerra honorable de una malleira despiadada? ¿Qué pecado nos impide hablar con libertad y decirle al Pentágono que no sirve de nada arrear estopa en Kabul? ¿Cuántos muertos contabilizan las operaciones de castigo contra el escurridizo Bin Laden? He visto caer las torres de Nueva York como si se derrumbase mi propia casa. He rezado por los miles de muertos que yacen bajo los escombros como si mis hermanos estuviesen allí. Estoy dispuesto a colaborar como ciudadano a todo lo que se me pida para cazar y castigar a los culpables y para cortar el río de odio que les sirve de combustible. Pero nada de eso me va a impedir sentirme traicionado si veo mis aviones y banderas matando a palos un enjambre para cazar la reina.

¿Cómo se puede hablar de guerra cuando se tiene enfrente a un fato de locos y desalmados, escurridizos y sin rostro? ¿Qué eficacia pueden tener los ejércitos contra quienes desean activar el círculo de las venganzas? ¿Cómo vamos a marcar las diferencias si salimos a la calle con ira, clamando guerra y pidiendo sangre? Dios me perdone si me equivoco. Pero si hay muertos en Kabul, o en cualquier ciudad martirizada por su propia dictadura, los sumaré a los que murieron en Nueva York. Quiero paz, y no guerra. Justicia, no venganza. Eficacia, y no palos de ciego. Proporción, y no ejemplaridad. Y no acepto ninguna victoria ganada con misiles contra pobres mujeres sin rostro. Si hay que hacer la guerra, hágase. ¡Para entrar en Kabul, liberar a los oprimidos, implantar la democracia, abrir escuelas y hospitales, dar de comer al hambriento y llevar a Bin Laden al penal de Alcatraz! Otra cosa no sería una guerra. Sería solo un mitin electoral».