No existe un plan B

Nafkote Dabi

OPINIÓN

29 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ante un mundo que en parte se quema, se ahoga y se muere de hambre, el panel intergubernamental de cambio climático (IPCC) lanza una imperiosa llamada de atención para que la industria mundial cambie del petróleo, gas y carbón a las energías renovables. Los gobiernos deben usar la ley para imponer este cambio con urgencia y la ciudadanía, utilizar su propio poder político y sus comportamientos para virar hacia la dirección correcta. No existe un plan B.

El IPCC aúna el mayor consenso político y científico en la materia al más alto nivel mundial. Este panel describe cómo se estrechan las posibilidades de mantener el calentamiento global en 1,5 grados y evitar el desastre planetario. Marca la agenda para la cumbre climática de Glasgow a finales de este año, que deberá marcar un antes y un después.

Este informe es una prueba aún más irrefutable de que el cambio climático está ocurriendo ahora, y de que el calentamiento global ya es uno de los impulsores más dañinos del empeoramiento del hambre, la migración, la pobreza y la desigualdad en todo el mundo.

En los últimos años ha habido ciclones mortales en Asia y América Central, inundaciones en Europa y el Reino Unido, enormes enjambres de langostas en África y olas de calor e incendios forestales sin precedentes en Estados Unidos y Australia, todos propulsados por el cambio climático. En los últimos diez años, más personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares por desastres climáticos extremos que por cualquier otra razón: 20 millones al año, una persona cada dos segundos. El número de desastres relacionados con el clima se ha triplicado en 30 años. Desde el 2000, la ONU estima que 1,23 millones de personas han muerto y 4,2 millones se han visto afectadas por sequías, inundaciones e incendios forestales.

El 1 % más rico del mundo, aproximadamente 63 millones de personas, son responsables de más del doble de contaminación de carbono que los 3.100 millones de personas que constituyen la mitad más pobre. Las personas con dinero y poder podrán comprar algo de protección contra los efectos del calentamiento global durante más tiempo, pero no para siempre. Nadie está a salvo. Este informe deja claro que nos encontramos en una etapa en la que la autoconservación es un proceso colectivo o será un fracaso.

El calentamiento global es un factor básico que subyace detrás de todas las regresiones que estamos viendo en el desarrollo humano. Los principales causantes, es decir, los países ricos que han cosechado riquezas masivas quemando combustibles fósiles, deben ser los primeros en reducir sus emisiones, más rápido y más a fondo. También deben pagar su deuda climática con los países en desarrollo mediante la ampliación de la financiación para ayudarlos a adaptarse a los efectos y a la transición a energías limpias. El resto de grandes contaminadores también deben reducir drásticamente las emisiones. El mundo tiene mucho que ganar en términos de seguridad humana, desarrollo, oportunidades y puestos de trabajo mediante la gestión de una economía global basada en las energías renovables, y mucho que perder si no se detienen las actuales inercias.

Muy pocos países, y ninguno del mundo rico, han presentado planes climáticos consistentes para mantener el calentamiento por debajo de dos grados, y mucho menos de 1,5. Si las emisiones globales continúan aumentando, el umbral de 1,5 podría romperse a principios de la próxima década.

El informe del IPCC debe impulsar a los gobiernos a actuar juntos y construir una economía global más justa y ecológica. Deben cimentar esto en Glasgow. Los gobiernos de los países ricos deben cumplir su promesa de financiar a los países más pobres. Desde Oxfam recordamos que no solo no han cumplido su promesa, sino que han inflado los informes de sus contribuciones hasta en tres veces. Si bien todas estas historias son únicas, singulares, pueden albergar elementos comunes. La alta competición con su empuje a forzar los límites, y bajo el imperativo atroz de que nada debe ser imposible (como nos recuerda una marca deportiva), promueve transformar el deseo de éxito en deber de éxito. De ahí a la melancolía hay solo un paso.

Por otra parte, como podemos comprobar, el éxito no siempre se vive como un logro alegre. Freud ya describió un tipo de carácter que nombró como el de los que fracasan al triunfar. Se sorprendió al descubrir cómo hay gente que enferma cuando se ha cumplido un deseo profundamente fundado y largamente acariciado. Se pierde todo cuando la realización del deseo no trae la satisfacción.