Desde que el covid-19 irrumpió en la escena mundial han sido varias las variantes que han aparecido y que, en consecuencia, han dificultado enormemente la contención de la enfermedad: Alpha, descubierta en el Reino Unido; Beta, encontrada en Sudáfrica; Gamma, hallada en Brasil; y Delta, originada en la India. Ahora es la variante Mu, descubierta en Colombia, y otra más, la C.1.2, también en Sudáfrica. Todas ellas, se originen en donde se originen, terminan afectando a toda la población mundial: hay escape inmunológico (las vacunas ejercen una menor protección) y aumenta la velocidad de contagio, todo lo cual supone dolor y muerte, es decir, que esta pesadilla que llevamos padeciendo más de año y medio no termine nunca.
Por eso es tan importante empezar a vacunar a buen ritmo en los países con menor capacidad económica. Sí, han leído bien, digo «empezar» porque hasta ahora el porcentaje de vacunación en esos países es realmente anecdótico. Por mucho que nosotros nos vacunemos (una tercera vez, una cuarta, una quinta…), no estaremos realmente seguros hasta que ese famoso 70 % de vacunación no se alcance a nivel planetario, porque sufrimos una pandemia. Y las pandemias solo se acaban vacunando a toda la población mundial, no poniendo dosis y más dosis a los mismos ciudadanos cuyos gobiernos pueden pagarlas. No solo esta situación es éticamente reprobable, sino que carece de todo sentido común. Reflexionemos… y actuemos en consecuencia.