Cuando Ciudadanos irrumpió con fuerza en la política nacional y la posibilidad de que llegara a formar parte del Gobierno de España junto al PP parecía algo factible, el mantra de la izquierda era calificar a su líder, Albert Rivera, como «el candidato del Ibex 35». El entonces secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, utilizó profusamente esa expresión para descalificar al dirigente del partido naranja por ser, supuestamente, el favorito de los grandes empresarios. Un presunto respaldo del poder económico que, a ojos del hoy presidente del Gobierno, suponía un estigma suficiente para descalificar a cualquier dirigente político. A esa leyenda de que Rivera era un monigote puesto ahí por los grandes empresarios contribuyó, todo hay que decirlo, que un conocido banquero propusiera en el 2014, en plena eclosión del partido de Pablo Iglesias, y antes de que Ciudadanos diera el gran salto en el Congreso, «crear una especie de Podemos de derechas».
Pero lo que llama la atención es que, solo unos años después, Sánchez, el que lloraba acusando a los empresarios de haberlo descabalgado de la secretaría general del PSOE y de manejar a los medios para impedir que llegara a gobernar, haya convertido a los grandes patronos y ejecutivos del Ibex 35 en los palmeros habituales de cada uno de sus shows de autobombo -sin preguntas-, en los que les dora la píldora con discursos inanes, rematados siempre con ataques al PP por no «arrimar el hombro», como supuestamente hace la élite económica apoyando al Gobierno. Es decir, que Sánchez utiliza a los empresarios como munición para atacar a la derecha, y estos asisten en silencio a sus peroratas, limitándose a dar palmas cuando los despiertan y a apoyar hasta el indulto a los golpistas si es necesario. Naturalmente, que el Gobierno y el poder económico dialoguen es algo muy recomendable. Pero entenderán ustedes que este exceso de cariño no es casual. Y que si los grandes empresarios se prestan a esa farsa es porque Sánchez los tiene agarrados por sus partes, por un lado con el maná de los fondos europeos, que repartirá entre los que se porten bien, y por otra con los ERTE y la amenaza del BOE, que puede hacer caer a cualquiera en función de donde se mantengan o retiren las ayudas.
El pasado miércoles, mientras Sánchez inauguraba el curso político no con los mineros de Rodiezmo, como hacía Zapatero, sino ante la élite empresarial, ahí estaba por ejemplo en primera fila Florentino Pérez, inmediatamente después de convertirse en el hazmerreír de Europa tras hacer un ridículo galáctico con el fracaso del fichaje de Mbappé, que se suma al que hizo con la Superliga. En ese mismo acto resultaba casi lisérgico ver a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, haciendo arrumacos y carantoñas con los máximos responsables de las energéticas, mientras el precio de la luz sube de manera escandalosa y alcanza el nivel más alto de la historia. El «Gobierno social» busca ahora a los grandes empresarios como avalistas públicos de sus políticas. Y funciona. ¿Quién es ahora el presidente del Ibex 35?