Un espectáculo deprimente

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Chema Moya | Efe

04 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace mil días, el Partido Popular se negó a pactar la renovación del Poder Judicial porque en la negociación estaba Podemos. Podemos es un partido legal, tan legal que está en el Parlamento y forma parte del Gobierno, pero el señor Iglesias criticó duramente a la Justicia y quien hace esa crítica no merece decidir quién gobierna a los jueces y mucho menos meter a uno de los suyos en el Consejo General. Se le replicó que eso es incumplir la Constitución, y el señor Casado cambió de estrategia: ahora justifica su bloqueo en que la elección parlamentaria de los vocales del Consejo sería contaminarlo de política. Que se cambie la ley y los jueces elijan a su gobierno.

Estaba así la cosa, y el ministro Félix Bolaños, el llamado a poner orden, dijo que en un sistema democrático los jueces no eligen a los jueces, igual que los políticos no eligen a los políticos. No tuvo don Félix su mejor día, porque, si se trata de designar gobiernos, tanto derecho tienen los jueces a decidir el suyo como los políticos a investir un presidente o tumbarlo en una moción de censura sin que el electorado se pueda oponer. No hay drama que no tenga su parte cómica, y este drama lo tuvo ayer en la atribución de culpas del bloqueo. Para el diario ABC, es Bolaños quien «revienta cualquier opción de acuerdo». Para El País, es Casado quien «vuela los puentes de los pactos institucionales». Las responsabilidades, se ha vuelto a comprobar, se reparten por ideologías y los medios informativos no se libran de una cierta militancia. A lo mejor tenía razón el papa Francisco…

Ese es el estado de la cuestión. Pasado mañana, lunes, se abre el año judicial y miren qué panorama vamos a ver: al frente, un presidente Lesmes implorando al poder legislativo que le releve por el bien de la institución. A su lado, el informe de la fiscal general del Estado, cuya idoneidad se discute en el Supremo por no ofrecer garantías de neutralidad después de haber sido diputada socialista y ministra de Justicia. Ignoro si influirá en la decisión final su relación cordial con Baltasar Garzón, que se demostró en su juego de manos en la rapa das bestas de Sabucedo. Hay quien piensa que esa contaminación es más decisiva que los antecedentes ideológicos.

Este es el panorama de la cúspide de la Justicia. Si nada cambia, tendremos parálisis institucional prolongada. Será más fácil repartir los fondos europeos que repartir las vocalías del CGPJ. Y al pueblo llano no habrá quien nos quite de la cabeza una obsesión: si tanta pelea hay por decidir quién gobierna a los jueces, es que se los quiere gobernar desde la política. Y gobernar los jueces es decidir, por ejemplo, quién cubre las vacantes de los tribunales superiores o el mismísimo Supremo. Dicho con toda brutalidad: esto tiene pinta de ser un asalto. Y no es un asalto cualquiera. Es un asalto a la independencia judicial.