Llegó, así como si tal cosa, septiembre. Se esperaba desde los últimos días del mes de agosto, cuando para mí termina el verano. Vino como siempre anunciando levemente el otoño, que envió mensajes cifrados en las vides de la Ribeira Sacra, pintando de rojos y dorados el paisaje vinícola por Ribadavia, donde ya apunta la vendimia que cuenta las semanas en godellos, en ribeiros, en albariños y treixaduras madurando en las uvas redondas como un sol tibio de septiembre.
El adiós al verano suena a un aria triste de una opera de Puccini, al que le hace el contracanto un coro afinado de vientos novicios.
Es septiembre el noveno mes que creció desde el séptimo puesto de los doce en el calendario juliano, cuando el mundo se escribía desde Roma.
Y me dejo llevar por la brisa vespertina de un verano que concluye y cabalgo la tarde a lomos de September Song en las voces de Sinatra o Lou Reed, que me trasladan a un tiempo lleno de recuerdos amables, tanto como aquella película, Cuando llegue Septiembre, que recuerdo con Roma de protagonista, donde Rock Hudson y Gina Lollobrigida protagonizaban de la mano de Peter Mulligan una romántica historia de amor.
Y fue en septiembre cuando comenzó el cambio del mundo en el inicio de un nuevo ciclo en la historia general de los países, y el terrorismo golpeó en el corazón de Occidente derribando en un salvaje atentado las torres gemelas de Nueva York, causando más de tres mil muertos. Sucedió un 11 de septiembre del 2001.
Hubo unos años atrás otro septiembre que dimos en llamar negro, con un atroz atentado que conmocionó al mundo.
Pero sin caer en efemérides dolorosas y desde este septiembre donde la esperanza de superar la peor pandemia de los últimos siglos, con cuatro millones y medio de muertos en el mundo a causa del covid asesino, comienza a ser una realidad, septiembre era, fue, el mes en que se iniciaba primero el curso escolar y luego el año laboral. Estrenaba cuando niño mi estuche de dos pisos para guardar lápices, gomas Milán para borrar y sacapuntas metálicos. Un año me compraron una cartera de cuero que me duró todo el bachillerato y con la que me sentí el rey del universo, y en las vísperas de los otoños lluviosos y ocres de mi país estrenaba en septiembre los indestructibles zapatos Gorila, con los que recorrí todos los caminos de mi infancia
Comienza septiembre y con el merman los días tanto como crece mi melancolía. En septiembre.