Aceptamos pulpo por cultura

OPINIÓN

11 oct 2021 . Actualizado a las 09:43 h.

Más allá del debate sobre las orientaciones económicas del presupuesto, que en este momento implica, como toda la política, un alineamiento en dos frentes sostenidos por seareiros que apenas saben nada de lo que hablan, la creación del bono cultural para los chavales que cumplan 18 años en el 2022 suscitó entre nosotros una deriva pseudointelectual sobre lo que es y no es cultura, que ha servido, por ejemplo, para dejar claro que la tauromaquia -con su estricta y secular regulación administrativa, su depurado lenguaje, sus maravillosos coliseos, la conservación de las dehesas, su música, su espectáculo sobre los alberos y su público entendido- no es cultura, y que, en cambio, comprarse un videojuego lleno de zombis y ametralladoras es cultura requintada. 

En la misma línea, cuando nos den bonos culturales a los jubilados, se podrá concluir, en perfecta coherencia con lo de ahora, que desplazarse a la catedral de Toledo, para escuchar el Requiem de Verdi, es como un homenaje a la inquisición y al incienso, y que la cultura se despliega en toda su excelsitud cuando un cantamañanas cualquiera, al que se le encarga -y se le paga- el pregón de las fiestas patronales, empieza a decir parvadas y a utilizar palabras burdas y soeces para provocar (sic) al pueblo que le escucha. Todo esto se andará, y promocionará, porque ya no hay charca ni cloaca en las que la ignorancia se abstenga de beber. 

El problema viene, como siempre, de la degradación del lenguaje, que también alcanzó a la palabra cultura, que, en vez de utilizarse, como dice la RAE -otra antigualla reaccionaria- para referirse al conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico, o al conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico e industrial, en una época o grupo social determinados, mide la capacidad de provocar que tienen los más caraduras, y el aguante que tienen ciertos públicos -claramente mayoritarios- para soportar la ignorancia y la mala educación que tanto venden -porque tanto se compran- en este tiempo de nivelación por abajo.

Un ejemplo de este tsunami lo exhibe a diario TVE, que, en el eslogan que promociona el cine como «cultura europea», no siente necesidad de distinguir entre Santiago Segura y Federico Fellini, ni de valorar el efecto que produce en el telespectador la programación de Torrente, el brazo tonto de la ley o La Dolce Vita. Así llegaremos pronto a unificar a los que pintarrajean los trenes y a Miguel Ángel; a Cervantes y Candace Bushnell; a la Victoria de Samotracia con la cutre bola de libros podridos que nos recibe en la Cidade da Cultura; y el Stabat Mater de Pergolesi, que hoy se podrá escuchar en San Martiño Pinario, con los raperos y flautistas que alegran nuestros paseos por los espacios públicos modernos.  

 Porque, tras haber degradado al máximo, desde hace mucho tiempo, la palabra cultura, tienen razón los de Unidas Podemos cuando dicen que todos somos iguales, y que todo da lo mismo. Amén.