
Llevo días queriendo escribir este artículo. Los mismos que mi yo prudente me decía que no lo debía hacer porque, más que probablemente, traiga como consecuencia que la próxima vez que la Conferencia Episcopal cubana pida para mí un visado para poder viajar a la isla a impartir docencia en bioética, como llevo haciendo los últimos 20 años, se lo denieguen: por menos, la Santa Sede hubo de cambiar aceleradamente al anterior nuncio. Pero la conciencia está por encima de las conveniencias, o debe estarlo.
El pueblo cubano ha dicho basta porque ha superado toda capacidad de resiliencia, porque la situación es peor incluso que en el período especial. Y no por culpa del manido bloqueo, que contribuye, no lo dudo, sino fundamentalmente por la ineficiencia económica en la que está sumida la isla. Esto no es una fake news inventada por el imperialismo: esto es lo que me cuentan directamente. Y quienes me lo cuentan no son terroristas al servicio de Estados Unidos, sino sacerdotes, religiosas, médicos… Espero que las cosas cambien, que el día 15 de noviembre el pueblo cubano se pueda manifestar pacíficamente, sin ser molidos a palos o encarcelados por ello. Y espero de mi Gobierno, el español, que se dice progresista y al servicio de la gente, que haga todo lo posible para que las autoridades cubanas lo entiendan. Porque no puede ser que Podemos exija aquí libertad de expresión para criticar a todo quisqui y se la niegue al pueblo cubano.