La socialdemocracia de Arnaldo Otegi

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

Javier Etxezarreta | Efe

19 oct 2021 . Actualizado a las 08:16 h.

David Seth Kotkin, conocido artísticamente como David Copperfield, es un ilusionista célebre por haber ejecutado el que se considera como el mayor truco de la historia. En 1983, con miles de personas viendo el espectáculo en directo, y millones a través de la televisión, el mago hizo desaparecer la Estatua de la Libertad, dejando atónitos a todos los que contemplaron aquel número. La fama de Copperfield, sin embargo, podría quedar pronto eclipsada por la de Pedro Sánchez, que pretende ejecutar un truco que, de salirle bien, constituiría una proeza del hechizo y el transformismo. Mientras gobierna España en coalición con el populismo más radical y complaciente con las tiranías comunistas; mientras pacta con el independentismo supremacista e insolidario, y mientras mantiene como socio al secuestrador Arnaldo Otegi, que todavía ayer se burlaba de las víctimas diciendo que su dolor no debería haberse «prolongado tanto», pero sin condenar los asesinatos de ETA, Sánchez se reivindica como adalid socialdemócrata. Lo único que Otegi propuso «socializar» en su vida fue «el sufrimiento». Es decir, el tiro en la nuca.

Suponemos que el sueco Olof Palme, que personificó la socialdemocracia con un discurso de izquierdas moderado, igualitarista, crítico con cualquier tiranía, y que enseñó al populista portugués Saraiva de Carvalho que el objetivo de la izquierda socialdemócrata no es «acabar con los ricos», sino «acabar con los pobres» respetando la propiedad privada, se revolvería en su tumba al escuchar a Sánchez tratando de proclamarse su heredero mientras mantiene a semejantes compañeros de viaje. Pero, a juzgar por los aplausos en el congreso del PSOE, y por las votaciones a la búlgara, el número fue un éxito entre los dirigentes socialistas. El problema es que, para ganar las próximas elecciones, quienes tendrían que tragarse ese truco final de Sánchez son la mayoría de los españoles. Y los datos indican que no le va a ser fácil conseguirlo.

Pese a la euforia con la que el PSOE acaba de cerrar su congreso, resulta que la última vez que se ha llamado a las urnas en España los socialistas cosecharon el mayor fracaso de su historia, perdiendo por primera vez la posición de partido mayoritario de la izquierda en Madrid. Antes de ese desastre, el candidato Sánchez enlazó cuatro de los cinco peores resultados de la historia de su partido. Y todos los sondeos, salvo el del socialista Tezanos, aseguran que ahora mismo perdería ampliamente las elecciones frente al PP y no podría gobernar ni siquiera pactando otra vez con populistas e independentistas. Qué festeja y de qué presume Sánchez, mientras suben además de forma imparable la luz y la inflación, es algo difícil de entender para quien no vea detrás de esa pirotecnia un truco para ocultar sus contradicciones. Pero convencer en las urnas a una mayoría de españoles por la pedestre vía de eliminar de su vocabulario la palabra izquierda y haciéndose pasar por un moderado socialdemócrata mientras gobierna pactando con Otegi sí que sería un número a la altura de David Copperfield.