El precio de la mayoría de gobierno

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

JUAN CARLOS HIDALGO | Efe

25 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ni el más inocente de los analistas políticos puede creer que el manso apoyo de ERC y EH Bildu a los Presupuestos se produce a cambio de que Pedro Sánchez se comprometa a que Netflix tenga que emitir El juego del calamar en catalán y a que los niños navarros puedan ver a Sin-Chan hablando en euskera. Y aunque en las cuentas públicas del 2022 habrá nuevas cesiones económicas al País Vasco y Cataluña que son un agravio para el resto de comunidades, están muy lejos de la enorme mordida que estos grupos acostumbran a exigir en la subasta presupuestaria anual. Ergo, es obvio que detrás de esos acuerdos hay otro tipo de contrapartidas. En el caso de EH Bildu, el propio Arnaldo Otegi ya adelantó que si había que apoyar los Presupuestos para sacar de la cárcel a sus presos —así se refirió a los asesinos de ETA que cumplen condena por sus crímenes—, pues se votaba a favor y punto. No será mañana, pero desde el Gobierno se darán pasos para acercarlos o excarcelarlos a medio plazo. Y en el caso de ERC, a nadie se le escapa que la contrapartida a su voto a favor de estos Presupuestos, que a Sánchez le ha costado en teoría menos que nunca, se verá después, en la mesa de negociación sobre el «conflicto político» en Cataluña, que se reactivará en cuanto se aprueben las cuentas públicas.

Sánchez ignora hasta al BNG —y a Galicia en los Presupuestos— y se ata solo a los partidos de Junqueras y Otegi, que le garantizan por sí solos la mayoría, dándoles preferencia sobre cualquier otra fórmula y dejando incluso en segundo plano al PNV que, pese a todo, resignado, negocia su voto a favor a cambio de salvar la cara con más pellizcos económicos. El presidente del Gobierno no adopta esa estrategia por capricho. Sabe que el PNV no es un socio fiable. Entre otras cosas, porque él mismo fue capaz de convencer a los nacionalistas vascos de que traicionaran a Mariano Rajoy en el 2018 cuando, una semana después de apoyar con sus votos los Presupuestos del PP —a cambio de grandes concesiones económicas al País Vasco—, el PNV votó a favor de echar a Rajoy del Gobierno sin contemplaciones para investir a Sánchez. No es nada personal. Solo negocios.

Para no quedar al albur de esos cambios de criterio del PNV, que saltó de apoyar a González a respaldar a Aznar, a Zapatero o a Rajoy en función de lo que más le convenía en cada momento, Sánchez ha decidido escoger a compañeros de viaje que nunca puedan hacerle eso. Es cierto que nadie puede considerar socios leales a partidos como ERC o EH Bildu, que no respetan ni siquiera la ley. Pero lo que es seguro es que lo que no podrán hacer nunca es apoyar a Sánchez para luego facilitar la investidura de Casado. Ni ahora, ni tras las próximas elecciones, que es a donde mira ya el líder socialista. Desde ese punto de vista, ERC y EH Bildu son más fiables a largo plazo para el PSOE que el PNV, pero también están más presos de Sánchez, porque no tienen el comodín de traicionarlo y apoyar a un Gobierno de la derecha si paga más.

Ese chollo de poner y quitar gobiernos que tuvieron en exclusiva durante décadas el PNV y CiU se acabó cuando Sánchez, como predijo Iglesias, integró a ERC y EH Bildu en la gobernabilidad del Estado. De la mal llamada mayoría de investidura —que ni fue mayoría, porque Sánchez solo sacó 167 votos, ni sería de investidura, porque ERC se abstuvo en esa votación— se ha pasado a una auténtica mayoría estable de Gobierno, aunque sea a costa de que España esté gobernada por un partido que la odia y otro que apoya a quienes están en la cárcel por haber matado a los que la defendían.