La bofetada del covid

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

28 nov 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El bucle del covid asfixia como un torturador. Aprieta el cuello. Entonces se imponen restricciones, se cierran puertas. Pasa el tiempo y afloja, como si regresara la vida de antes. Pero se tensa de nuevo la soga. Hasta que llegan las vacunas. Y, de nuevo, oxígeno para todos. Relajación. Contagios. Antivacunas que se resisten. Temor a nuevas variantes. Otra vez el ahogamiento, las medidas. Y el sentimiento de que quizás la NASA debería dejar en paz a los asteroides que se acerquen a la Tierra para que acaben por fin el trabajo y dejen atrás virus, volcanes, talibanes, conspiranoicos, estorninos fulminados y miserias en general. Es humano que, de momento, la ficción intente alejarse de este laberinto con temas ajenos al coronavirus, porque es parte de la ventilación asistida que necesita la humanidad. Pero hay excepciones. Como Help. Una pequeña película británica que entra en una modesta residencia de mayores y discapacitados. Jodie Comer y Stephen Graham no necesitan más que ese escenario para abrir las puertas de un infierno insoportable, porque es íntimo, solo bastan algunos enfermos y una cuidadora a la deriva durante aquellos primeros días de la pandemia. El terror es esa bolsa de basura ajustada sobre el cuerpo como si fuera un delantal protector; la línea de teléfono ocupada; la voz que responde que no hay ningún médico disponible; la respiración agitada de un residente. Help es un largometraje que cuesta ver, porque golpea en la herida, no en la cicatriz. Una bofetada escrita por Jack Thorne. Dolorosa y necesaria en esta sociedad de tics infantiles que tan bien juega al olvido y a la mentira.