Desconfianza política

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

Jesús Hellín

13 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El singular Winston Churchill, en una frase muy socorrida, aseguró que «el político debe ser capaz de predecir lo que va a ocurrir mañana, el mes próximo y el año que viene y de explicar después por qué no ha ocurrido». En la España de hoy tenemos a casi toda nuestra clase política haciendo promesas y predicciones, pero, cuando se ponen de manifiesto sus errores, nadie comparece en público reconociendo o explicando las causas de sus desaciertos. Quizá porque en la política española nadie se equivoca nunca o, lo que es peor, nadie está dispuesto a reconocer sus yerros o torpezas.

Hay que registrar con claridad que cada uno se mantiene en sus trece, sean cuales sean los datos de la realidad. Lo cual nos lleva a los ciudadanos a pensar que algunos de ellos deben de tener sus razones, aunque no podamos acreditar con certeza cuáles son. Y así seguimos, día tras día, sumidos en la espera de un horizonte inteligible, despejado y compartido. Algo que no tiene visos de estar cerca.

A veces los ciudadanos se cansan e irritan, desconcertados. E incluso los más talentudos echan la vista atrás y probablemente aún vislumbran pasados peores. Y quizá los más cultos recuerdan al Valle-Inclán de Luces de Bohemia (1924), cuando una especie de alter ego suyo afirma con amargura y contundencia: «En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo».

Pero ahora ya no hay valleinclanes. Ni siquiera hay churchilles despistados. Solo nos queda el periodismo, que en muchos casos todavía está a la altura de su verdadera misión social. Porque los tiempos políticos sí que parecen habérsenos sumido en una oscuridad de controversias sin sentido, de la que va a ser difícil salir sin luz y taquígrafos. Y no hago esta afirmación desde el desánimo, pero sí desde el deseo de no perpetuarnos en la farfolla vigente. Es necesario que los españoles podamos recuperar nuestra fe en la política y en los políticos. Y, para ello, es urgente que todos engrandezcamos nuestras miras. Es decir, también los que viven de (y en) la política… ¡O volverá Valle-Inclán con sus críticos y demoledores esperpentos!