Castillos, «Prestige» y un aniversario

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

Oscar Vázquez

06 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En 1890, el decimosexto duque de Alba se propone demoler sus fortalezas y palacios en Galicia y malvenderlos «como piedra en montón». La Voz de Galicia, apenas cumplidos ocho años de vida, estalla: en un editorial titulado «Castillos en venta», arremete contra las «manos muertas» de los Alba y moviliza a las «aristocracias modernas del talento, la banca, la industria y la política» para salvar el patrimonio histórico de Galicia.

La reacción del periódico de Juan Fernández Latorre «causó un disgusto profundo» en la casa de Alba, como constata el diario madrileño —hoy diríamos «nacional»— La Época, que ejerce de portavoz oficioso de los duques. Pero Galicia avanzó: el decimoséptimo duque se encontró, a la hora de heredar sus castillos y palacios gallegos, con una anotación en el inventario: «Excluidos para la venta».

En la tarde del 13 de noviembre del 2002, a cuatro millas de Muxía, el Prestige comienza a revestir de luto la costa gallega. Al día siguiente, La Voz de Galicia, ahora capitaneada por Santiago Rey Fernández-Latorre, nieto del fundador, enciende todas las luces de alarma: toda su primera plana y ocho páginas más informan sobre la catástrofe que se avecina. El despliegue del veterano periódico, ya con 120 años a sus espaldas, dura meses e impresiona. Vierte toneladas de información descarnada sobre la tragedia y su impacto ecológico, económico y social. Denuncia la gestión errática de las autoridades, que no saben qué hacer con el petrolero, si mandarlo al quinto pino o bombardearlo con cazas de guerra. Rechaza los intentos de minimizar el desastre, «hilillos de plastilina», o de justificar la desastrosa gestión, «las cosas se han hecho razonablemente bien». La colosal campaña impulsa la movilización social —cientos de miles de voluntarios en las playas, riadas de manifestantes del Nunca Máis en las calles— y arranca el Plan Galicia. La Voz mantiene una posición insobornable —y unánime: Lois Blanco o César Casal rematan sus comentarios con idéntico párrafo: «El Prestige clavó su ancla en el corazón de todos los gallegos. ¿Cuál es el rostro del culpable?»—, para irritación del poder político. Muchos aún esperamos que Santiago Rey nos detalle, tal vez en sus memorias, las represalias y presiones recibidas para que bajase el diapasón. Pincharon en hueso.

Dos hitos informativos. He querido recordarlos para resaltar el papel vertebrador de Galicia desempeñado por este periódico en sus 140 años de vida. Los diarios mal llamados nacionales son periódicos de partido: dígame usted qué cabecera lee y podré decirle, con escaso margen de error, cómo piensa y a quién vota. La Voz de Galicia es un periódico de país: de sus lectores solo sé que anteponen Galicia a cualquier otra consideración. Aquellos forman parte de un sistema mediático plural: los hay de todos los colores. En nuestro buque el pluralismo es interno: todas las voces de Galicia están en La Voz. Y esto, sin duda, es mérito de Santiago Rey, el patrón que enroló una tripulación tan variopinta y diversa como variopinta y diversa es la Galicia a la que da voz.