Asombroso pasado

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

10 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Muerto Francisco Franco, los españoles acertamos a apuntalar y fortalecer unas bases de entendimiento, de concordia y de juego limpio, que engrandecieron la democracia que disfrutamos desde entonces. Hubo dificultades, es cierto, pero ninguna se convirtió en un verdadero peligro: ni el 23-F, ni los terrorismos, ni otros hechos adversos. La realidad era que los españoles confiábamos en el vigor de la democracia y no concebíamos una marcha atrás. Políticos como Manuel Fraga, Santiago Carrillo, Adolfo Suárez, Felipe González y un larguísimo etcétera estuvieron a la altura de la compleja circunstancia de la Transición democrática. Porque entonces ya estaba claro que queríamos entendernos. Y conviene recordarlo, ahora que tanto nos desentendemos.

Una anécdota puede ilustrarnos todavía hoy sobre lo sucedido. Un día de 1977, el viejo profesor Enrique Tierno Galván le preguntó a Santiago Carrillo en el Congreso de los Diputados si aceptaba que le presentase a Fraga. Carrillo dijo que sí, y Fraga y él se saludaron civilizadamente. Lo que no sabía Tierno es que Fraga y Carrillo ya se habían intercambiado algunos mensajes antes… Porque así fue cómo se fraguó entre ambos una «relación cortés», como luego escribiría el propio Santiago Carrillo.

Poco después, Fraga presentó al líder comunista en una conferencia en el Club Siglo XXI, con una masiva asistencia de público (entre el cual estuve). Y a partir de ahí hubo otros contactos que culminaron con los Pactos de la Moncloa. Luego vino el 23-F y la masiva manifestación posterior, y Carrillo les dijo a los jóvenes comunistas de Vallecas (Madrid) que rodeaban la cabecera que, cuando llegase Fraga, aplaudiesen como habían hecho con los demás líderes, «para dar la imagen de un cierre de filas total entre izquierda y derecha parlamentarias», a pesar de que por aquel entonces había en la izquierda poca simpatía por el político de Vilalba. Y así siguieron, como fuentes de entendimiento. ¿Queda algo de todo aquello en nuestro presente?

Hoy las diferencias entre algunos de nuestros grupos políticos rozan la condición de irreconciliables. Y quizá esto es así porque ahora solo se lucha por el poder y, de paso, si se puede, por la aniquilación del contrario. O así lo parece. ¿Y la concordia?