Divorcio real

Ignacio Bermúdez de Castro
Ignacio Bermúdez de Castro PASOS SIN HUELLAS

OPINIÓN

Raúl Terrel | Europa Press

26 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Era visto. Hace años ya pronostiqué, por razones de Estado, el divorcio de Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina. Cierto que se demoró más de lo que creía, pero llegó.

Imagino que los actuales monarcas no estarán demasiado apenados, dado el tremendo daño que el ex jugador de balonmano ocasionó a la Corona, pero esta columna no pretende ir por esos derroteros.

No pienso en una pareja que lo tuvo todo y que la avaricia de uno de ellos, o de los dos, tiró por tierra lo que imaginábamos sería una vida regalada. Me vienen a la cabeza los cuatro hijos de los ex duques de Palma y lo mal que lo deben estar pasando.

No por ser nietos o sobrinos de reyes lo llevarán peor que cualquier hijo de la fiel infantería, pero lo mediático aporta un daño sobreañadido. Que se divorcien tus padres a la edad de estos chicos no es plato de buen gusto para nadie, pero ya son mayores para sobrellevarlo lo mejor que sepan o puedan. Desde mi punto de vista, el principal problema de estos jóvenes no solamente es que sus progenitores hayan decidido divorciarse, pues en estos momentos en que ustedes están leyendo esta columna muchos miles de españoles están tomando la misma decisión. El verdadero problema de Juan Valentín, Pablo Nicolás, Miguel e Irene Urdangarin y Borbón es que tendrán que aprender a vivir de por vida con el estigma de las tropelías cometidas por su padre, quien, por tenerlo todo, quiso todavía tener más. La avaricia rompe el saco. Vaya si lo rompe.

Por lo demás, un divorcio más. De mutuo acuerdo y, si la hija pequeña no tuviera 17 años, menor de edad, y sea por lo tanto preceptiva la intervención del ministerio fiscal, podría tramitarse incluso en una notaría.