Se han cumplido, esta semana, diez años de la muerte de Alfonso Nieto Tamargo, primer catedrático de Empresa Periodística en España. Me dio clase de esa materia en la Universidad de Navarra, de la que sería rector poco después. A él le escuché una consideración sobre la naturaleza de los negocios relacionados con la comunicación que me pareció sugerente: caracterizaba la industria como un ámbito en el que se lucha por conseguir una parte del tiempo y del dinero de las personas. En aquella época los periódicos competían con la televisión, la radio, el cine, la música y poco más. Y se llevaban una tajada importante del tiempo que solemos llamar libre solo porque queda fuera de la jornada laboral.
A los competidores de antes se les fueron sumando otros que entonces ni existían y que ahora acaparan la atención de las gentes y su dinero: sobre todo, los juegos y las redes sociales de variada naturaleza. La industria del videojuego hace mucho que factura más que todas las otras juntas, tanto en dinero como en minutos. Por eso apenas sorprende que Microsoft se haya gastado sesenta mil millones de euros en la compra de una empresa de videojuegos, mientras que el de Amazon compró el diario de la capital del imperio, el mítico Washington Post, por menos de doscientos millones.
Así están las cosas en cuanto a la oferta. Para explicar la demanda se podría recurrir a los tan citados versos de Eliot: «Distraídos de la distracción por la distracción». O en versión más libre: «Distraídos de la enajenación por el aturdimiento», como los tradujo Esteban Pujals. Le aconsejaron una vez a Juan Pablo II que intentara tener tiempo libre, y contestó muy tranquilo: «Todo mi tiempo es libre».
@pacosanchez