El cine español es de sagas. Muy familiar. Están todos encantados de conocerse. Cada año nos colocan más de tres horas de besos y abrazos. El cine español desde siempre ha sido endogámico, como las universidades españolas o algunos municipios o diputaciones, con apellidos por casualidad que se repiten hasta el infinito y más allá. Los Bardem. Los Trueba. Los Molina. Los Ozores. Los Sancho. Los Guillén Cuervo. Los Flores. Y la gala de los Goya es básicamente una ceremonia que consiste en que se digan unos a otros cuánto nos queremos y cuánto hacemos por salvar el sector y, de paso, a España y a los españoles.
Menos mal que en este país hay más empresas y empresarios que los productores de cine. Y, por supuesto, mucho menos subvencionados. Es increíble que en esta noche de la marmota de los Goya, en esto de encantados de conocerse y de amarnos y odiarnos, con una sonrisa, tengan la cara de meter la morcilla de lo muy arriesgada que es su profesión. Lo será como todas. Es como ese futbolista sincero que retrató a sus compañeros millonarios cuando dijo que presión tienen los que se suben a currar a los andamios. En el cine español habrá quien lo pase fatal matándose a currar, pero también los hay que están muy bien alimentados y que no paran de hacer caja hasta con anuncios que fomentan el juego.
En los soporíferos discursos, podían hacer un corta y pega de año a año, todos quieren a todos y casi todos disfrutan de lo que reconocen que es su vocación, eso sí, sufriendo sin parar. Los ganadores adoran a los que perdieron. Se lanzan besos. No sé cómo no les da un poco de coraje. Y esas familias del cine español tienen tantos Goyas que algunos ya perdieron la cuenta. Tampoco es para tanto. Es incongruente hasta que se llamen los Goya, que era un pintor y que no vio mucho cine. Hay genios en ese sector tan sembrado de dinero público. Berlanga lo fue y en su centenario apenas lo glosaron. Los premios deberían haberse llamado los Berlanga o los Buñuel. Estomagante fue ver a Cate Blanchett salir básicamente a alabar a Almodóvar, para que no se nos hunda ese gigante de la vanidad. La Academia lo ninguneó en el reparto de golosinas. Menos mal que hacen películas (que a veces solo ven ellos) y no embutidos. España tiene los mejores embutidos del mundo, y el sector, que amamos todos, no se da tanto bombo. Si los de los embutidos se vienen arriba y deciden hacer una gala así, lo que sería muy justificado (quién no ha sido feliz comiendo ibérico) y menos subvencionado, solo pido por favor que no la llamen jamón, jamón y que no la presenten Penélope y Javier Bardem (la única pareja del mundo que no debe de discutir nunca).
De la gala salvo a José Sacristán, porque es dios. Como lo era Fernán Gómez. Y esos dos sí que pasaron hambre. Otra galaxia.