Hazañas bélicas

Eduardo Riestra
eduardo riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

27 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La primera guerra, la de Troya, fue por amor, y nos la contaban en el colegio como un cuento infantil (el caballo de madera...). Alejandro guerreaba para avanzar, dejando atrás el imperio, como quien corre las marcas de la inmensa finca que es el continente asiático. Guerreaba porque era joven y tenía la sangre caliente. César ocupó Francia y cruzó el estrecho hasta las islas británicas para poner tierra por medio de Roma. Después hubo guerras de todo: de los bóeres, del opio, del fútbol, de la religión y, sobre todo, de las fronteras. La guerra es la violencia más elemental: si lo quiero y no lo tengo se lo quito a quien lo tiene: territorio, mujeres, comida, ganado, dinero. Y ha dejado literatura. La Ilíada, heroica; La guerra de las Galias, estratégica. Pero, sobre todo, literatura de dolor, La roja insignia del valor, de Stephen Crane; Sin novedad en el frente, de Remarque; y también, todo hay que decirlo, los niños la hemos disfrutado mucho, en el cine (Los cañones de Navarone, Las cuatro plumas) y en los tebeos del Sargento Gorila, del Príncipe Valiente, del Capitán Trueno. Ahora dicen que llega la guerra, pero es mentira. Nunca se ha ido. En el último medio siglo llevamos 60, muchas de las cuales continúan. Y uno en su simpleza piensa que quizá lo que hay que prevenir no es el armamento (no solo) sino también el gobierno de los idiotas arrogantes. Yo la única que recuerdo con nostalgia es La guerra de los botones.