El papel mediador de China

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

SPUTNIK

08 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La búsqueda de la paz en Ucrania pasa necesariamente por Pekín. China es la única potencia mundial que, por su ascendencia sobre Moscú, sus propios intereses en la región y su calculada ambigüedad ante la invasión, puede jugar un papel determinante en la solución del conflicto. ¿Quién si no puede jugar un papel de mediación?, se preguntaba Josep Borrell.

China tiene la gran ventaja de que su posición ambivalente no satisface ni disgusta plenamente ni a unos ni a otros. Acusa a Estados Unidos de mantener mentalidad de Guerra Fría y de intentar extender la OTAN a Asia, al tiempo que se solidariza con «las preocupaciones legítimas de seguridad» que tiene Rusia. Obviamente, a ojos de Washington, esa postura demuestra que la supuesta neutralidad de Pekín está escorada hacia Moscú.

La segunda parte del discurso chino agrada menos en el Kremlin. China, aunque evita llamar invasión al ataque perpetrado por Putin, habla del «respeto a la integridad territorial de todos los países». Incluso, a la vez que recordaba la solidez de su asociación estratégica con Rusia, sorprendía al mundo al expresar su «inquebrantable apoyo» a la soberanía de Ucrania.

China fija su posición, claro está, en función de sus propios intereses. Intereses geoestratégicos que la unen indefectiblemente a Rusia, pero también a la nación agredida. China es el principal socio comercial de Ucrania, de donde proceden el 80 % de sus importaciones de maíz. Pero, sobre todo, Ucrania representa para la segunda potencia económica del mundo la puerta terrestre de Europa, de la que ya ocupa su vestíbulo: el 9 % de las tierras cultivables del país están en manos chinas. A Pekín le interesa conquistar Ucrania, pero sin tanques ni bombas, sino a través del comercio y la colonización económica.

Si no ando desencaminado, a China le interesa resolver el conflicto. Y jugar, en palabras de su ministro de Exteriores, Wang Yi, «un papel constructivo en el fin de la guerra». De hacer caso al ministro, su país ya está ejerciendo de mediador entre Rusia y Ucrania: las negociaciones entre ambos gobiernos fueron impulsadas por China. La afirmación es creíble. No dijo que arrastrasen por las orejas a Putin a la mesa, pero lo dejó caer diplomáticamente: «Le hemos proporcionado algunos consejos». Suficiente para doblegar a un autócrata que, asfixiada la economía rusa por las sanciones y fracasada la guerra relámpago que proyectó, necesita la válvula de escape china para evitar la autarquía económica y el aislamiento político absoluto.

La mediación de China se ha convertido así en la última esperanza para la paz. Todas las guerras, y también esta, acaban con un tratado, ya sea negociado o ya sea impuesto por la fuerza. La diferencia estriba en que el pacto, con dolorosas renuncias mutuas, acorta la tragedia y suele ser más duradero. Mientras que la imposición por las armas cierra el conflicto en falso: como el Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra Mundial y que solo significó, como vaticinó Keynes y certificó la realidad, el prólogo de la segunda.