En el tiempo que viene para el PP y para la política y las instituciones españolas, Alberto Núñez Feijoo abre nuevas expectativas. Pues, más allá de juicios de valor sobre la gobernanza y estrategias de Galicia en estos últimos trece años, de baja efectividad, existe otro Feijoo diferente al de Galicia y sus problemas. A nadie sorprende la acordada coincidencia entre Núñez Feijoo e Íñigo Urkullu, a los que en análisis de prensa económica se califica como «dos líderes tranquilos», en sus tiempos electorales y estrategias. Dos presidentes con una buena sintonía política y personal. Nacida al amparo de las negociaciones con el Gobierno de España y la UE en torno al conflicto de los astilleros por los incentivos otorgados (tax lease).
Una percepción sobre Núñez Feijoo que se extiende al presidente del PNV, Andoni Ortuzar, quien no ha ocultado que sería «mucho mejor» que «viniera un Feijoo más amable» con realidades «nacionales» frente «otras expresiones hipercentralistas» del PP. Ortuzar ha reconocido su preocupación política —«necesitamos un PP fuerte porque Vox es un grave problema para esta democracia»—, advirtiendo de una posible caída en diferido de Díaz Ayuso. Por más que esta posición del PNV chirríe en personas próximas al PP, que lo consideran un socio poco de fiar, a pesar de la larga historia de pactos desde Arzalluz. A ellos, en esta política de coincidencias, se puede añadir la del valenciano Ximo Puig, que con Urkullu y Feijoo han logrado formular en las conferencias de presidentes las propuestas que más consenso han alcanzado, incluso de proximidad con el Gobierno.
Quienes hayan seguido la entrevista de Jordi Évole a Felipe González el pasado domingo, quizá se hayan sorprendido de su opinión sobre Feijoo, del que reconoce no solo la facilidad para entenderse, sino su coincidencia en la necesaria centralidad de los partidos para defensa de la democracia. Coincidencias ya manifestadas en el podcast Sinfonías infrecuentes de Felipe González, donde en conversación con Núñez Feijoo ambos sostienen que «la política del tuit» ha venido a modificar «la política de la reflexión y el diálogo», e insisten en que España necesita «sosiego». Y de forma recíproca Feijoo, en la Fundación Círculo de Montevideo, foro celebrado en Santiago, elogia la figura de Felipe González como «persona clave» en la Transición para que España «consolidase una democracia» y para «lograr la apertura internacional» de un país cerrado «durante más de cuatro décadas».
Una búsqueda de entendimientos que es posible observar en actores de la sociedad civil, como la empresa fundada por Pepe Blanco, especializada en la gestión de asuntos públicos, donde —más allá de sus objetivos empresariales— coexisten y trabajan sensibilidades políticas explícitamente afines al PSOE, al PP y al catalanismo. Con un planteamiento si no próximo a la gran coalición, sí al entendimiento y la normalización institucional, hoy quebrada. Otro Feijoo. En tiempos duros y difíciles, de invasión y guerra.