Los infatiloides creen que se puede coger el fuego sin quemarse o agarrar la espada por el filo sin cortarse. Que la paz, la justicia y la fraternidad caen llovidas del cielo, que no deben ser construidas y mantenidas en el tiempo con esfuerzo y compromiso de todos. Hoy resulta contracultural hablar de cultivar el discernimiento, la autocrítica y las virtudes como elementos sustanciales de cualquier proyecto educativo. Vamos, que no molan. Por eso mismo, lo diré sin miramientos: este Gobierno está arrasando con la educación. España lo va a pagar muy caro, se lo aseguro; y no soy adivino ni profeta. Me gustaría ser más positivo, pero no puedo.
Como dice Savater, «se debe educar de forma sensata, sin circos, sin movimientos extremistas». La destrucción de los vínculos entre política, ética, estética y mística nos va a matar antes de tiempo. La Filosofía y la Historia son lo más útil que he conocido. Hemos de hacer una opción clara por las humanidades y por la integración de los diferentes saberes. Los retos de la paz, de la crisis medioambiental, del desarrollo de la inteligencia artificial, de la crisis económica, los problemas de salud mental, la sostenibilidad del sistema sanitario… demandan grandes políticas de Estado y una ciudadanía bien formada y con un proyecto común. La nueva política, que se ha hecho vieja antes de tiempo, no ha hecho sino aumentar la fractura social y el hartazgo de la ciudadanía.