El reino de la ignorancia

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

FERNANDO VILLAR | Efe

04 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Quizá debería cambiar el título. La palabra «reino» no será grata a los que han aprobado el nuevo currículo de Educación Secundaria. Es el elogio de la vagancia, más que el derecho a la pereza del que habló el marxista Paul Lafargue. Es la loa gubernamental a la haraganería, más que el Elogio de la ociosidad que escribió Bertrand Russell. El eminente filósofo decía que si todo el mundo trabajara solo cuatro horas al día, el desempleo disminuiría y la felicidad humana aumentaría debido a la mayor disponibilidad de tiempo libre. Mi ejemplar lo publicó la editorial Edhasa y debo confesar que el ensayo citado me pareció el menos atrayente de todos los que compila el libro. En todo caso, el título es meritorio. El enaltecimiento del ocio viene de muy atrás: los tiempos en que el capitalismo, y las sociedades liberales, propiciaron el crecimiento económico y eso que más tarde se denominó «el Estado del bienestar». En los noventa hubo quien se tomó muy en serio el ocio. Se nos hablaba constantemente de la civilización del recreo, de la expansión y la diversión. Después vino la derecha y empezaron a hablar de la cultura del esfuerzo. Unos se adueñaron de la juerga y la risa y la bondad (ahora le llaman «buenismo») y para los otros quedó el sacrificio, el sudor y el trabajo. Tal cual. No exagero. Sin embargo, la contraposición ocio/esfuerzo no llegó a su culmen hasta que arribó la ministra Celaá y su ley educativa. No es la primera vez que lo afirmo. Insisto: nadie le ha hecho más daño a la educación en España que la exministra bilbaína y el actual Gobierno. Porque si el currículo de Educación Primaria era un disparate («La regla de tres es reaccionaria», titulé mi artículo del 14 de marzo), el decreto aprobado el pasado martes respecto a la Educación Secundaria supera todo vaticinio. No se trata de educar, sino de aleccionar ideológicamente. No se trata de ponderar el mérito, sino de eliminarlo de la educación obligatoria.

Se permite al alumnado pasar de curso y obtener el título (graduado en ESO) sin límites de suspensos. Las calificaciones numéricas, como en Primaria, se eliminan: tendrán la misma nota los que saquen un 6,75 y un 8,4, por poner un ejemplo. La materia de Filosofía desaparece (en la Lomce aparecía como «asignatura específica» entre un conjunto de optativas). Esta materia se reemplaza por «Valores Cívicos y Éticos», y, como no podía ser de otro modo en el mundo progresista, la memoria histórica alcanza rigor y relevancia. De una parte de la historia, obviamente, porque el terrorismo en nuestro país no aparece expresado en el currículo (a pesar de que el Ministerio de Interior propuso la inclusión del «análisis del terrorismo en España»). Y todo, por supuesto, con perspectiva de género. Desde las matemáticas a la música.

Suprimidos, pues, el mérito y el esfuerzo y el pensamiento (la filosofía), solo queda un camino: la ignorancia.