Los visitantes

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

Jesús Diges | EFE

17 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Se ha asomado un madrileño a lo alto del campanario. Girando en torno a la torre y al caserón solitario, los excursionistas chillan. En realidad, Antonio Machado cita una cigüeña y las primeras golondrinas de la primavera. Pero aquí, con la Semana Santa —que en el sur se vuelve un horror escatológico de hipérboles y sentimientos exacerbados por la escasa facilidad de palabra: esto no se puede explicar, hay que vivirlo—, atraemos a aquellos que quieren beber nuestra cerveza, comer nuestro pulpo marroquí y visitar nuestras iglesias románicas. Y quieren también que llueva para comprarse un discreto chubasquero rojo y decir luego, al volver a casa, nos empapamos, qué risa.

Son los turistas que quieren poco ruido, pocos aspavientos, que huyen de la religión como un acto circense, donde todo el mundo quiere participar, ser miembro, cargar las andas, llorar con lágrimas de cocodrilo sin saber muy bien de qué va todo aquello, porque no ha leído nunca los evangelios y cree que es un concurso de fallas o el carnaval de Río de Janeiro —donde yo estuve una vez apoyando en el sambódromo a la Mocedade Independente do Padre Miguel, que finalmente ganó aquel año—, en el que las escuelas de samba compiten con pasión.

Ahora, además, los turistas admiran no solo nuestras piedras, sino también el cosmopolitismo de nuestras ciudades y nuestros pueblos, los trasatlánticos de nuestros puertos, y piensan que a lo mejor los gallegos no somos tan pobriños. Sobre todo, ahora que hemos mandado uno para allá.