Europa respira tranquila, por ahora

Rosa Paíno
Rosa Paíno APUNTES

OPINIÓN

BENOIT TESSIER | REUTERS

25 abr 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La incertidumbre sobre quién ocuparía el Elíseo se despejó y Europa respira tranquila, al menos por ahora. Las encuestas no fallaron como en el brexit o con la victoria de Donald Trump, y los líderes de Bruselas se felicitaron por el resultado. El triunfo de Marine Le Pen hubiera sido un mazazo difícil de digerir en estos tiempos convulsos en que Europa hace frente a la guerra de Vladimir Putin.

Con la reelección de Emmanuel Macron, Francia seguirá siendo el leal acompañante de Alemania en el eje que sustenta la Unión Europea. Pero Macron tiene mucho por hacer en estos cinco años que tiene por delante si quiere revertir el imparable avance de la ultraderecha y ganarse a aquellos franceses que se sienten olvidados por los burócratas elitistas que se sientan en el poder e ignoran sus problemas del día a día.

Macron presentó esta segunda vuelta a las presidenciales como «un referendo sobre el futuro de Francia y de Europa» y como un nuevo enfrentamiento entre progresistas y extremistas. Un mensaje que por si solo no le servirá dentro de cinco años, cuando el Elíseo vuelva a estar en juego y con el presagio de que el cordón sanitario que desde hace dos décadas frena a la extrema derecha se diluya de aquí al 2027. Todo en un panorama político en que las dos grandes formaciones (Partido Socialista y Los Republicanos) han desaparecido, y la izquierda radical de Jean-Luc Mélenchon está más fuerte que nunca.

En el 2017, Macron derrotó a Le Pen al conseguir el 66,10 % de los votos frente al 33,9 % de apoyos de la ultraderechista. Una ventaja que este domingo se ha reducido a 58 % frente a 42 %, con un alto porcentaje de votantes que decidieron quedarse en casa. «Los franceses nos han dicho ‘confiamos en ustedes', pero tienen que cambiar las cosas», apuntó acertadamente el ministro de Salud, Olivier Véran, tras el anuncio de los resultados.

Macron no tiene margen de error durante los próximos años. Deberá superar el hartazgo de aquellos que se han visto en el dilema de que, para evitar el triunfo de Le Pen, han optado por votar a un presidente cuyas políticas en muchos casos detestan. La receta pasa por coser una Francia fracturada y proponer programas sociales y de integración.

Su rival ha estado más cerca que nunca de acceder al Elíseo, pero su resiliencia se da por descontada, viniendo de la familia referente de la extrema derecha en Francia desde hace décadas. Las elecciones legislativas son el próximo reto de Marine Le Pen, derrotada, sí, pero aupada por el apoyo más abultado de su carrera como aspirante al Elíseo.

La hija del histórico líder Jean-Marie Le Pen ha sabido camuflarse en la moderación para ganar posiciones frente a su contrincante. Atrás quedaron las declaraciones malsonantes contra el extranjero y la negación del holocausto de su progenitor.

Ha visto recompensando el blanqueo de su imagen para no asustar al electorado y erigirse como una alternativa creíble, dejando al ultra Éric Zemmour la defensa de las posturas más radicales y xenófobas. También, venderse a los franceses como la única que puede acabar con su pérdida de poder adquisitivo y sus dificultades para llegar a fin de mes, dejando a un lado su antieuropeísmo y la retórica del odio al inmigrante. Una moderación impostada, como refleja el aviso a Bruselas: «Nuestro resultado es una señal del desafío a los dirigentes europeos».