He seguido la entrevista de Jordi Évole a Julia Otero: a veces se lee o se escucha a alguien para conocer lo que uno piensa. Reconozco que, luego de la gestión de la crisis por el Gobierno de Zapatero y de las elecciones del 2011, mi interés por los posicionamientos en el Partido Socialista había llegado a sus mínimos. Algo iniciado ya a la vista de su actuación el día después de las elecciones gallegas en octubre del 2009. Con el brote del movimiento del 15-M y su gestión fue posible intuir el descontento ciudadano con los partidos políticos y su posición ante la crisis, incluida la de Artur Mas.
De este tiempo, y de las interioridades del PSOE y su congreso de Sevilla en el 2012, tenía escasa información, más allá de la prensa diaria o algún libro como la biografía de Rubalcaba de Antonio Caño. Coincidiendo con la jornada electoral francesa cerré la biografía de Carme Chacón escrita por Joana Bonet, lo que alivió mi desconocimiento de esa etapa. También ayudó a entender las diferencias entre Rubalcaba y Chacón ante la movilización del descontento por la crisis del 2008 y sus políticas. Diferencias ante un cambio político derivado de la mala situación económica.
Cambio confirmado en las elecciones europeas y españolas del 2015, donde Ciudadanos y Podemos entraron con fuerza, mientras los socialistas tuvieron el peor resultado de su historia y Rajoy y los populares fueron salvados por los socialistas que se desangraron en ello. Probablemente, en el penúltimo intento de aquel turnismo de la Restauración. A lo que también contribuyó el espejismo del sorpasso en Ciudadanos y Podemos, que impidieron otra alternativa. Todo ello llevó a la entrada de Vox en el Parlamento, 2019.
Hoy Europa parece aliviada por los resultados franceses dando aire a Macron en su último mandato. Francia también nos dice, con ese 42 % de votos a la extrema derecha, que el miedo a la ultraderecha se diluye porque desde los partidos tradicionales, aquí y en Francia, no se ha dado solución ni esperanza a los problemas acuciantes de las gentes del común, de ahí las «cóleras» que reconoció ahora Macron. Los resultados de las presidenciales francesas indican un fuerte malestar con la clase política y que los jóvenes —ya tan mayores— no se fían de ella, lo que puede llevar a la aceptación de una democracia iliberal tipo Hungría y a la antipolítica.
La amplia clase media que existía y que hoy vive en la precariedad, irritada, y sin expectativas de futuro, está dispuesta a creer que cualquier pasado fue mejor, como analiza Estefanía Molina en El Gran Berrinche. Alguien a quien leer, también, para ayudarnos a saber lo que se piensa.