Juega al límite y se siente cómoda rociándolo todo de queroseno verbal. La Macarena de Vox es lo peor que le podía pasar a Moreno Bonilla en las próximas elecciones que tenemos en el horizonte. Macarena Olona, 42 años, es abogada del Estado. Le costó seis años sacar la oposición, pero luego lució en el papel en Burgos y en el País Vasco. Informaciones de El Español dicen que Mariano Rajoy se la llevó a Madrid a la secretaría general de Mercasa, empresa pública, porque el PNV la quería lejos de su tierra. Así de incómoda es Macarena con todo lo que emprende. Ahora cree que el nombre de la Virgen sevillana era predestinación y su jefe, Santiago Abascal, asegura que se le está poniendo cara de presidenta, no de vicepresidenta. La última encuesta le da que duplicaría escaños, de 11 a 22.
A Moreno Bonilla no le gustó nada la elección. Él tiene un perfil que no molesta demasiado a la izquierda, lo que le favorece para que no se movilice ese voto. Cada vez que hable Macarena, subirá el pan y la izquierda, que lleva igual todas las de perder divididos como están en varias fuerzas políticas, puede volver a votar por reacción contra Macarena. En los anteriores comicios se calcula que el PSOE perdió unos 400.000 votos que no participaron en el proceso. Ahora puede ser distinto.
Macarena va a ser diputada cunera (o paracaidista) por Granada. Ella nació en Alicante, pero es habitual en política estas provincias de acogida. Kichi nació en Róterdam y el propio Juan Moreno en Barcelona. No se preocupen que a Macarena a andaluza no le va a ganar nadie. Ya se autoproclamó la «candidata del pueblo», espectacular retruécano que Vox está calcando de la estrategia de Marine Le Pen y tras comprobar en estudios sociológicos que sus votantes también vienen del paro y no solo de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
Es también El Español el que desveló la historia de su padre, condenado por alzamiento de bienes y ya fallecido. Macarena no tuvo durante años tratos con él y siempre dice que su infancia y juventud fueron difíciles. Fue su madre la que tuvo que sacar adelante a la familia. El padre, que apareció en múltiples casos con cuentas en Panamá y de forma especial en relaciones dudosas con el hijo mayor de los Pujol, se fugó de la cárcel y volvió a ser detenido en Andorra. Un episodio que ella prefiere olvidar. O por lo menos no recordar. Le molesta que se hable de su vida privada. Su pareja es un guardia civil con rango y cuando mostró a su hijo Diego, lo hizo con el bebé con una gorra del instituto armado.
Lo que tiene Vox en Andalucía es una máquina de redes sociales, de impactos. No desaprovecha una intervención. El otro día se la lio nada menos que a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet. Dijo, sin despeinarse, que esta prostituía la Cámara. Batet solo le pudo afear que no debía dirigirse a la presidencia, ya que esta no tenía opción a entrar en debate con los diputados. El vídeo dio la vuelta a España. Es experta en alterar a las personas más sensatas. Como el vídeo de sus duelos feministas con Irene Montero. Y sabe muy bien lo que está haciendo. No es que lo haga al azar. Esta Macarena va a ser casi tan conocida como la Hey, Macarena, ay, de los del Río.