Kim Kardashian y la pizza de la victoria

OPINIÓN

ANDREW KELLY | REUTERS

05 jul 2022 . Actualizado a las 12:03 h.

Cuando Kim Kardashian decidió comerse la pizza de la victoria, la sangre ya había llegado al río. Y volverá a llegar ahora, con esos furibundos lectores que han hecho los deberes y saben que depositar las pasiones en el plato es similar a convertirse en un equilibrista de la alimentación. La cuestión es que la reina del celuloide 2.0 ha vuelto a conseguir ser el foco del escarnio más público, Twitter, tras revelar que adelgazó siete kilos para enfundarse el mítico vestido con el que Marilyn Monroe felicitó el cumpleaños a John F. Kennedy. Una vez consiguió entrar en el traje, procuró ahorrar en exhalaciones y se paseó orgullosa (y hambrienta) por la alfombra roja de la Met Gala. La recompensa por darle al mundo fashionista este gustazo fue un colchón de mozarela y pepperoni; una anecdotilla de la que, hasta la llegada de la revista Cuore, nadie se habría hecho eco en España. 

Hoy, lo que dice y hace esta juglaresa de la era hipermoderna no solo se replica en variopintos canales de información, sino que puede ser susceptible de convertir en trastorno de la conducta alimentaria un gesto que no deja de ser otra excentricidad dentro de la amplia lista de excentricidades de la excéntrica familia Kardashian. Y quizás aquí esté el quid de la cuestión.

Una mujer que ha llegado a convertir a su prole en la más famosa del mundo por mostrar sus penas y glorias a través de una pantalla (ella y sus hermanas acumulan unos mil millones de seguidores en Instagram), que tiene capacidad mediática y adquisitiva para sacar de un museo uno de los trajes más icónicos de la historia, cuyo valor asciende hoy a los 4 millones de euros; y que tiene en el culto al cuerpo la base de su pirámide de Maslow, puede gustar más o menos. Ahora, no puede ser un referente real ni un modelo a seguir de las nuevas hornadas de chicas y chicos que solo buscan su hueco en el mundo. Y, si lo es, el problema no está en las tallas que ha bajado.