Circunstancias menos negativas que en la crisis del 2007

Antonio Pedraza PRESIDENTE DE LA COMISIÓN FINANCIERA DEL CONSEJO GENERAL DE ECONOMISTAS

OPINIÓN

15 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde el anuncio del BCE de acabar con la compra de activos a finales del próximo mes de junio se ha producido, como era de esperar, una subida de nuestra prima de riesgo por encima del 110 %, a la vez que la cotización del bono español a 10 años superaba el 2 % por primera vez desde el 2015. Los antídotos contra la inflación aplicados por la autoridad europea, aun sin pronunciarse sobre la subida de tipos, aunque dando a entender que se ejecutará en la segunda parte del ejercicio, han comenzado a producir efectos en el encarecimiento del dinero, el principal indicativo la subida del euríbor, que en tasa diaria alcanza el 0,263 %, dejando la media de mayo en el 0,239 %.

No hace falta recordar que este indicativo entró en terreno negativo por primera vez en su historia hace casi cinco años, ante la política ultra expansiva del BCE. Su mínimo histórico, del -0,518, lo marcó en su tasa diaria el 20 de diciembre del 2021. Actualmente, el que se aplica a las hipotecas, euríbor 12 meses, está aún en el 0,005 %, ya en positivo. Las previsiones sobre el mismo para el 2022 son de que llegue al 0,40 %, y que en el 2023 pueda escalar hasta el 0,80 %. La subida, pues, para los préstamos indexados a tipo variable, euríbor, va a seguir acercándose al punto a lo largo del ejercicio, lo que va a pesar fuertemente en el bolsillo de los prestatarios que suscribieron estas hipotecas. No así las de tipo fijo, que lo tienen garantizado durante toda la vida del préstamo.

Por otra parte, la alta tasa de inflación, 8,4 %, con una subyacente del 4,0 %, si bien deflacta las deudas, descargando el peso de la misma, a su vez mengua la capacidad adquisitiva del consumidor, su renta disponible. A ello se une el incremento del peso sobre aquel de la exagerada subida de la imposición indirecta, al estar gravando productos de consumo cuyos precios han subido en proporciones desconocidas y no modificarse a la baja la tasa de gravamen que pesa sobre los mismos. De ahí el aumento de la recaudación fiscal por encima de lo presupuestado, cerca de 9.000 millones se acumulan por este concepto.

Si a todo ello unimos que la media de los incrementos salariales no supera el 3,25 %, la perdida de la capacidad adquisitiva ante la inflación es notablemente evidente. Mientras que la balsa de ahorros prevención acumulada durante la pandemia empieza a menguar paulatinamente ante el obligado recurso a la misma. Y que la tasa de paro, 15,98 % en abril, aún sigue siendo elevada, afectando a una población en dificultades no solo para enfrentarse a la situación, sino para subsistir. Nos encontramos, para concluir, que no solo es la subida de los tipos de interés, sino que confluyen demasiados factores negativos para minar la renta disponible del consumidor y en tal sentido su capacidad de pago.

No es de extrañar, en este contexto de espesa grisura, que los retrasos en atender las amortizaciones de los préstamos, los impagos, entradas en mora, las ejecuciones hipotecarias… vuelvan a ser el silabario de una canción siniestra que nos parecía olvidada. Pero lo cierto es que, a pesar de todo, no se dan las circunstancias tan negativas que confluyeron en la crisis del 2007, con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y las nefastas consecuencias que dejara su larga estela. En esta ocasión, las entidades financieras gozan de solvencia, las familias se encuentran menos endeudadas, los prestamos se han concedido con mayor rigor, incluso con aseguramiento en los excesos otorgados por encima del 80 % del valor de tasación, siendo también más estudiada la solvencia de los prestatarios y su capacidad de repago, contemplados los escenarios más adversos. La tasa de impago actual de estas hipotecas es de un 2,7 %, habiendo caído la de dudosos en cartera del 3,9 % al 3,3 %. Ello dentro de una tasa de morosidad total de la banca del 4,29 %, muy baja, y con previsiones de que, en las peores circunstancias por venir, esta no sobrepase el 7 %. Cifra optimista en comparación con los altos porcentajes alcanzados en el pasado, que nos hace pensar que en esta ocasión «no llegará la sangre al río».