Antes, mucho antes de que las aguas heladas apagasen para siempre la llama de Viserion, cuando ni siquiera se había forjado la Aguja; mucho tiempo antes de que al sur reinase una mujer y se convirtiese en líder una muchacha en el norte. Cuando el mar ni siquiera había oído el nombre de Yara y nadie había visto empuñar la espada a Brienne de Tarth. Antes de Olenna, y de Melisandre. Mucho tiempo antes de Lyanna, de Missandei, de Margaery y de Ellaria. Cuando ni siquiera existían Ygritte ni Catlyn. Siglos antes de que el Trono se dividiese en ocho temporadas, el futuro llevaba el nombre de Rhaenyra para la Casa Targaryen.
Pero, ay, Poniente siempre las depone. Y una simple frase resumía el inalcanzable final de una guerra inacabada. Una profecía obstinada de cumplimiento periódico. Una constante histórica revelada a una joven heredera de nada.
Sale en un tráiler de la boca de otra Targaryen: Los hombres preferirían prenderle fuego al reino (tantas veces lo han hecho) antes de dejar que una mujer se siente en el Trono de Hierro. La frase resume un tratado de paz que tantas veces las ha dejado (y las dejará) completamente despojadas. Juego de Tronos es solo una partida amañada. Porque también en la Casa del Dragón por mucho que luchen, las mujeres siempre van a terminar derrotadas.