
Es como si todas las diversidades se hubiesen confabulado para someternos a un desafío histórico en los tiempos en que estamos. Basta con echar un vistazo a los medios de comunicación para percibir la cuantía y la naturaleza de los muchos riesgos que corremos: riesgos naturales (grandes incendios que no cesan), riesgos políticos (crisis que se descontrolan), inestabilidades sociales que se acrecientan (también en España), situaciones para las que todavía no se ve una salida clara (invasión de Ucrania por Rusia) y un largo etcétera de problemas, tensiones e incertidumbres.
En esto estamos también en España, con el presidente Sánchez reforzando la cúpula del PSOE con pesos pesados para intentar un relanzamiento que, al parecer, ha considerado indispensable y muy urgente. Para colmo, los afectados por los incendios han aumentado en la medida en que se han acrecentado las zonas en llamas, con riesgo de expansión y descontrol. Una situación que ha causado pavor en algunas de las zonas afectadas en diversas partes de España, y cuyas llamas yo mismo he podido ver desde algunos tramos de la A-6, Madrid-A Coruña, bajo un sol impávido.
Llama la atención que muchos de nuestros políticos se preocupen tanto por su propio futuro, precipitando a veces decisiones que sencillamente debieran haber tomado mucho antes, porque no era tan difícil adivinar lo que podía venir. Pero ahora están en ello, y más vale tarde que nunca. Aunque tampoco está probada la utilidad de sus medidas actuales, porque las predicciones hechas pueden no coincidir con la evolución real de los hechos. No sería la primera vez que yerran unos cálculos hechos con esmero.
De este modo, las ocurrencias están al alza y se modifican o corrigen conforme demanda la evolución de los hechos. Es una actitud positiva que los propios políticos consideran rentable para su futuro y, en general, para el de todos. Pero su afán de rentabilizar las decisiones antes de cotejarlas con la realidad genera a veces desafectos y desconfianzas. Porque el objetivo es mejorar la aceptación o el respaldo popular, anticipando la solución de los problemas tanto como sea posible… y con la gente mejor preparada al frente, aunque no sean militantes del propio partido al mando.
Las ocurrencias para mejorar la rentabilidad política deben de estar sometidas al criterio de los expertos, cuya militancia política es perfectamente irrelevante a la hora de decidir cómo atajar un incendio, atender una necesidad comunal o reordenar un proceso cualquiera. Porque los políticos no están solo para figurar en la foto, sino para solucionar los problemas con el concurso de verdaderos expertos. Solo así mejoraremos, porque con las ocurrencias no basta.