
Mientras que todo indica que nos vamos hundiendo en el Titanic, el relato políticamente correcto sostiene que estamos despegando hacia nuestro fantástico destino cósmico abordo del Enterprise. Me sorprende que la grandilocuencia de este relato siga ejerciendo un magnetismo poderoso que seduce y cautiva; me recuerda al cuento de El Flautista de Hamelín.
«Putin es uno de los políticos que más filosofía ha leído», señaló Byung-Chul Han en Santander en el marco de la escuela de verano de la UIMP. Lo que viene a demostrar, una vez más, que las letras y la buena música por sí solas no convierten al ser humano en un ente bondadoso y fraterno. Hace falta algo mucho más profundo. Hace falta sabiduría. Esta solo se consigue partiendo de la humildad y la sencillez; sin embargo, nuestra generación va sobrada de lo contrario.
El siglo XX estuvo plagado de figuras tan brutales como Hitler, Stalin y Mao Tse-Tung: ¿se imaginan ustedes qué ocurrirá si personajes de semejante calaña manejan a su antojo tecnologías como la edición genética, la inteligencia artificial y los nuevos desarrollos neurocientíficos? El empecinamiento de nuestra especie en tropezar en la misma piedra resulta antológico. Debemos recordar, una vez más, que para conseguir una sociedad justa no bastan las leyes: sin atender a la dimensión moral de las personas es imposible construir una sociedad justa. Por eso debemos fortalecer en todos nosotros el coraje y la pasión por el bien.